Teresa y el Festival de los Dulces



Había una vez una niña llamada Teresa, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Teresa era conocida en todo el barrio por su amor a los dulces. Desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, su vida giraba en torno a caramelos, tortas, chocolates y galletitas.

Un día, su mejor amiga Sofía le dijo:

"Teresa, ¿no creés que deberías comer un poco menos de dulces?"

"¿Menos? Pero, ¡son tan ricos!" - respondió Teresa, mientras masticaba un caramelo de frutilla.

"Sí, pero cuentan que, si comes muchos, te puede doler la pancita. Además, ¡se viene el Festival de los Dulces!" - le recordó Sofía emocionada.

El Festival de los Dulces era el evento más esperado del año en el pueblo. Había stands con todo tipo de golosinas, juegos y competiciones. Pero había una regla: solo podían participar aquellos que no habían comido demasiados dulces en las semanas previas.

"¿No querés ir al festival?" - preguntó Sofía, con una mirada pícara.

"¡Claro que sí! Pero, ¿por qué no puedo comer dulces?" - se interesó Teresa.

"Porque tienen que estar listos para la competencia de comer dulces. Solo los que se han cuidado pueden participar y ganar el gran premio "La Cesta de los Dulces"."

Teresa se quedó pensando. En su mente, un gran dilema surgió.

"Pero... me gusta tanto comer dulces, ¿y si me pierdo de la diversión?" - dijo con dudas.

"Podés disfrutar de otras cosas, además de dulces. Te propongo que si entrenás para la competencia, yo te ayudo a hacer una variedad de snacks saludables para que no extrañes tanto los dulces" - sugirió Sofía.

Al principio, a Teresa no le parecía fácil dejar de comer sus dulces favoritos, pero algo en el brillo de los ojos de Sofía la animó a intentarlo. Así que, armó un plan.

Durante las siguientes semanas, Teresa y Sofía trabajaron juntas. Prepararon frutas en rodajas, smoothies de diversos sabores y hasta batidos de yogur. Allá donde antes había solo dulces, ahora había un colorido arcoíris de sabores.

Sin embargo, la noche antes del festival, Teresa se encontró en su cocina. La gran cesta de dulces que había guardado, una tentación irresistible, la llamaba. Decidió que solo iba a comer uno

"No me hará daño solo uno." - pensó consigo misma.

Pero, al notar el sabor, no pudo resistir y comenzó a devorar dulces, hasta que, cuando se dio cuenta, el paquete estaba vacío. Teresa se sintió culpable y nerviosa.

"¿Qué le diré a Sofía? No puedo ir así al festival." - dijo con preocupación.

"Tal vez no pueda competir en la misma categoría, pero a lo mejor aún puedo disfrutar del festival" - se consoló un poco.

Cuando llegó al festival, Sofía la miró y se percató que Teresa no se veía bien.

"¿Todo bien? Te ve un poco pálida..." - manifestó Sofía.

"No, no... solo comí un poco de más anoche. Pero estoy lista para disfrutar el festival" - respondió Teresa con voz temblorosa.

El día pasó entre risas y juegos, sin embargo, una parte de Teresa se sentía insatisfecha. Al llegar la hora de la competencia de dulces, vio a todos los otros niños que, a diferencia de ella, habían entrenado y no habían comido en exceso.

"Sofía, nunca me hubiera perdonado perderme esto por mis dulces. La próxima vez que se acerque un festival, voy a prepararme mejor. Pase lo que pase, tendré que cuidar mis dulces de ahora en adelante" - dijo Teresa, sintiéndose un poco triste, pero al mismo tiempo, decidida.

"No te preocupes, lo importante es que estás aquí. Podemos disfrutar juntas cada juego. La próxima vez te prepararé esos snacks de frutas, ¡y ganaremos el año que viene!" - la alentó Sofía.

Así, Teresa comprendió que los dulces no eran lo único que traía alegría. Había tantas cosas divertidas por hacer y disfrutar en el festival, y las sonrisas de sus amigos eran los mejores premios.

Al final del día, Teresa decidió que, aunque amaba los dulces, había muchas otras cosas que también la hacían feliz.

"Sofía, a partir de hoy, seré la niña de los Frutas y Snacks mientras sigo disfrutando de los dulces en ocasiones especiales" - proclamó.

"¡Me parece perfecto, Teresa! La vida es un equilibrio, hay que saber disfrutar de todo, pero en su medida" - concluyó Sofía.

Desde ese día, Teresa descubrió que podía divertirse y sentirse bien, sin tener que renunciar a sus queridos dulces, solo aprendiendo a disfrutar de manera más saludable. Y así, la amistad y el cuidado por uno mismo siempre la acompañarían, sin importar cuántos dulces existieran en el mundo.

Y así fue como, no solo aprendió sobre la moderación, sino también sobre la verdadera felicidad que se encontraba en compartir momentos especiales con sus seres queridos.

FIN.

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