Teresa y el Secreto de las Flores
Teresa era una niña curiosa y siempre estaba ansiosa por descubrir qué emoción mostrarían las flores después de la lluvia. Su abuela Ana, sabía que el jardín guardaba secretos maravillosos y la acompañaba en cada visita.
Una tarde, luego de un fuerte aguacero, Teresa y su abuela se dirigieron al Jardín de las emociones. Al entrar, notaron que las rosas estaban brillantes y radiantes, pero algo parecía diferente.
Las rosas rojas estaban temblando ligeramente mientras las blancas parecían estar tristes. -Abuela Ana, ¿por qué crees que estas rosas están temblando? -preguntó Teresa con curiosidad. -La lluvia ha traído consigo una emoción intensa al jardín. Debemos observar con cuidado para comprenderlo mejor -respondió la abuela con calma.
Mientras caminaban entre las flores, vieron que los girasoles estaban girando rápidamente hacia el sol, mientras que los lirios morados permanecían inmóviles en un rincón del jardín.
-¡Mira abuela! ¡Los girasoles están felices y los lirios morados no se mueven! ¿Por qué será eso? -exclamó Teresa señalando emocionada a las flores. -Los girasoles buscan la luz del sol para sentirse plenos y alegres. Los lirios morados necesitan tiempo para procesar sus emociones antes de expresarlas.
Cada flor muestra su emoción de manera única -explicó la abuela con ternura. De repente, escucharon risas provenientes del fondo del jardín. Se acercaron sigilosamente y descubrieron a un grupo de margaritas saltando alegremente en círculo.
-¡Abuela! ¡Las margaritas están riendo! ¡Son tan divertidas! -exclamó Teresa contagiada por la alegría de las flores. -Sí querida, las margaritas representan la alegría y la diversión en su estado más puro.
Es hermoso ver cómo expresan su felicidad sin reservas -comentó la abuela sonriendo ante el espectáculo. De repente, una nube gris cubrió el cielo y una brisa fría empezó a soplar en el jardín. Las flores comenzaron a cerrarse lentamente sus pétalos como si estuvieran protegiéndose del mal clima que se aproximaba.
-Teresa, es hora de irnos. El jardín nos está mostrando que también es importante cuidarnos cuando sentimos emociones negativas o difíciles.
Mañana volveremos para seguir aprendiendo sobre nuestras emociones junto a estas maravillosas flores -dijo la abuela con cariño mientras tomaba la mano de Teresa para regresar a casa. Así, Teresa comprendió que todas las emociones eran válidas y necesarias, tanto las positivas como las negativas.
Aprendió a observarlas sin juzgarlas y permitirse sentir cada una en su totalidad. El Jardín de las emociones se convirtió en su lugar favorito donde siempre encontraría enseñanzas valiosas sobre el mundo interior y exterior.
FIN.