Teresa y el valor de las verduras



Había una vez, en un barrio alegre de Buenos Aires, una niña llamada Teresa. Teresa era muy feliz, pero había algo que la hacía única: ¡le encantaban los dulces! Cada vez que entraba a una tienda, su rostro se iluminaba como si hubiera encontrado un tesoro. Pero a la hora de la comida, cuando su mamá le servía verduras, Teresa fruncía el ceño y ponía una cara de desagrado.

Un día, mientras Antonio, su hermano menor, disfrutaba de un delicioso zapallo relleno, Teresa no podía quitarse de la cabeza su último hallazgo en la tienda de golosinas: una enorme bolsa de caramelos. Se sentó a la mesa con un globo en la mano, testigo de su alegría.

"¡Mamá, hoy quiero comer caramelos!" - exclamó Teresa mientras gesticulaba.

"Pero Teresa -dijo su mamá-, debes comer verduras para crecer fuerte y sana. Las golosinas no te darán la energía que necesitas para jugar."

"Pero... ¡son tan ricas! Aquí, puedo hacer un trato: si como un solo brócoli, ¿me dejarás comer tres caramelos después?" - pidió Teresa con una gran sonrisa.

Su mamá se rió, pero mantuvo la firmeza.

"No, Teresa, no se trata de canjear, se trata de aprender a comer bien".

Un poco decepcionada, Teresa decidió ignorar las verduras y ese día se llenó de dulces. Después de jugar toda la tarde, comenzó a sentir que algo no andaba bien. Se escurrió un poco de hambre, pero no el suficiente como para pensar en las verduras.

A la noche, mientras Teresa daba vueltas en la cama, soñó con una mágica fiesta de dulces. Sin embargo, cada vez que intentaba comer algo, los dulces se convertían en brócoli, verduras o zanahorias. Asustada, se despertó gritando:

"¡No, por favor, no más verduras!"

Su hermano, que estaba en la habitación de al lado, escuchó sus gritos y corrió a ver qué sucedía.

"¿Qué te pasa, Teresa?" - preguntó, sorprendido.

"Tuve un mal sueño, todos los dulces se volvieron verduras".

"Bueno, eso no suena tan mal, a veces las verduras pueden ser ricas también. Te aseguro que hay comidas sanas que también son deliciosas" - dijo Antonio, mientras trataba de calmarla.

Al día siguiente, decidido a ayudar a su hermana, Antonio pensó en una manera creativa de mostrarle lo buenas que podían ser las verduras. Así que, mientras su mamá estaba en la cocina, él se puso a buscar una receta divertida. Se le ocurrió preparar un plato que tuviera los colores del arcoíris.

"¡Mirá, Teresa! Vamos a hacer una ensalada arcoíris que será genial y seguro estará buenísima" - le dijo.

"¿Arcoíris? ¿De qué se trata?" - preguntó Teresa un poco intrigada.

"Vamos a incluir todos estos vegetales con colores vibrantes y le vamos a poner un aderezo espectacular. ¡Te prometo que te va a encantar!" - contestó entusiasmado Antonio.

Intrigada, Teresa decidió ayudarlo, pero no sin un poco de resistencia. Juntos cortaron zanahorias, pepinos y tomates. Cuando terminaron, el plato era un verdadero cuadro colorido.

"¡Listo! Ahora voy a probar un poquito" - dijo Teresa, mirando la ensalada con curiosidad. Al tomar un bocado, una sonrisa iluminó su rostro.

"Está... ¡deliciosa!" - exclamó sorprendida.

"¿Ves? ¡Las verduras también pueden ser ricas!" - respondió Antonio, satisfecho.

Desde aquel día, Teresa empezó a entender que las verduras no eran sus enemigas, sino sus aliadas en el camino hacia la buena salud y la energía.

"A partir de ahora haré una mezcla: dulces y verduras" - dijo Teresa felizmente.

"¡Eso suena genial! Pero recuerda, las estrellas son más brillantes en el cielo cuando se les da espacio para brillar" - contestó Antonio, guiñándole un ojo.

Con el tiempo, Teresa se convirtió en una gran cocinera de comidas sanas y coloridas. Y aunque de vez en cuando seguía disfrutando de algunos dulces, aprendió que equilibrar su dieta era la forma más divertida de alimentarse y crecer fuerte, como siempre había querido.

Y así, Teresa no solo encontró un amor por las verduras, sino que también descubrió lo maravillosa que puede ser la comida saludable, ¡llena de sorpresas y colores!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Feliz de aprender y experimentar cosas nuevas, Teresa aprendió a ser una niña más saludable y creativa, disfrutando de la vida a cada bocado.

FIN.

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