Teresa y la Fiesta de los Dulces



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Teresa. Teresa era una niña muy alegre con una gran sonrisa y, lo más importante, le encantaban los dulces. Su amor por las golosinas era tan grande que muchas veces se olvidaba de comer verduras.

Un día, mientras jugaba en el parque, se encontró con su amigo Pablo.

"¡Hola, Teresa! ¿Te gustaría jugar a la pelota?" - le preguntó Pablo.

"¡Claro! Pero primero quiero pasar por la tienda de golosinas. Estoy deseando comprar un caramelo gigante!" - respondió Teresa.

Pablo la miró sorprendido.

"¿No crees que deberías comer un poco de ensalada antes?" - sugirió.

"¡Bah! A mí me encantan los dulces. Las verduras son aburridas." - replicó Teresa, mientras corría hacia la tienda.

Tras comprar su caramelo, Teresa pasó el resto del día disfrutando de su golosina y jugando. Sin embargo, al día siguiente, notó que su energía no era la misma.

"Mmm… me siento un poco cansada" - pensó mientras miraba a su alrededor. Vio a sus amigos correr y jugar, y comenzó a preocuparse.

Al poco tiempo, su madre la llamó a la mesa para el almuerzo. El plato estaba lleno de verduras coloridas.

"Mamá, ¿no hay algo más rico?" - preguntó Teresa.

"Teresa, las verduras son importantes. Te ayudan a crecer fuerte y saludable." - le explicó su mamá con una sonrisa.

Pero Teresa, decidida, solo pensaba en su caramelo gigante. Así que lo ignoró y siguió comiendo sus dulces.

Pasaron los días y, aunque Teresa seguía disfrutando de sus dulces, cada vez se sentía más cansada. Un día, sus amigos decidieron organizar una gran fiesta en el parque. Todos estaban muy entusiasmados.

"¡Te espero en la fiesta, Teresa! Habrá juegos, música y un montón de cosas ricas!" - anunció Pablo.

"¡Sí! ¡Voy a llevar mis caramelos!" - gritó Teresa emocionada.

El día de la fiesta llegó y todos estaban muy alegres. Pero Teresa no tenía mucha energía para jugar y se sentó a un costado.

"¿Por qué no juegas, Teresa?" - le preguntó su amiga Sofía.

"No sé, me siento un poco cansada" - respondió, viendo cómo sus amigos se divertían.

Sofía se acercó y le dijo:

"Tal vez si comieras un poco de verdura, tendrías más energía para jugar." - sugirió amigablemente.

Teresa reflexionó y recordó lo que le había dicho su mamá. En ese momento, se dio cuenta de que no podía seguir ignorando las verduras. Así que, con un poco de timidez, le pidió a su mamá que le preparara algo rico con verduras.

Cuando su mamá le trajo un plato colorido con zanahorias, brócoli y tomates, Teresa lo miró con curiosidad. Pero decidió probarlo.

"Mmm… ¡esto está delicioso!" - exclamó sorprendida.

Al día siguiente, Teresa decidió que cada vez que comiera dulces, también incluiría una porción de verduras en su plato. Poco a poco, su energía regresó y comenzó a jugar con sus amigos nuevamente.

"Oigan, ¡hice una mezcla! Comeré mis dulces pero también mis verduras. ¡Así tengo energía para jugar más y sentirme bien!" - les dijo a sus amigos.

Todos la miraron con sonrisa.

"¡Genial, Teresa!" - exclamó Pablo. "Así todos ganamos!" - Allá fueron corriendo hacia el parque, juntos y entusiasmados.

Desde entonces, Teresa aprendió a disfrutar tanto de los dulces como de las verduras, y siempre compartía sus golosinas con sus amigos. Así, no solo se volvió más fuerte y enérgica, sino que también se convirtió en la chica más feliz del barrio.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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