Testigo de Aventuras



Era un día soleado en la casa de los Martínez, una familia que siempre andaba de un lado a otro. Yo, el reloj de la cocina, colgado en la pared, era un testigo mudo de todas sus aventuras diarias. Cada tictac que sonaba era una nota en la sinfonía de su vida.

Un día, mientras miraba a Sofía, la hija menor, preparar un bizcochuelo para el cumpleaños de su hermano, noté que algo no iba bien. Sofía se había equivocado con los ingredientes.

"¡Ay, no!" - exclamó Sofía al ver que había puesto tres tazas de azúcar en vez de una.

"No te preocupes, Sofía, a veces las cosas no salen como uno espera," - dije para mis adentros, aunque ella no podía escucharme.

Sofía, frustrada, decidió comenzar de nuevo. Mientras batía la nueva mezcla, su hermano Lucas entró.

"¿Qué pasa, Sofi?" - preguntó, con curiosidad.

"Me equivoqué con la receta del bizcochuelo, ahora tendré que hacer todo de vuelta," - respondió ella con un suspiro.

"¿Y si hacemos un postre juntos?" - propuso Lucas, sonriendo.

"¡Si! Podemos hacer galletitas de chocolate, son más fáciles y rápidas!" - exclamó Sofía, sus ojos brillando nuevamente.

Así, con mis manecillas marcando el tiempo, se dispusieron a hacer no solo galletitas, sino también a vivir momentos inolvidables. Entre risas y harina volando por el aire, los dos hermanos se ayudaban unos a otros.

Pasadas varias horas y tras varios hornos llenos de buenas intenciones, el aroma a galletitas recién horneadas llenó la cocina. El tiempo, que yo medía con puntos y comas, se había convertido en pura alegría.

A la mañana siguiente, todo estaba tranquilo en la casa. El papá de la familia, Don Alberto, traía el diario y su café a la mesa, mientras la mamá, Doña Clara, preparaba el desayuno.

"¿Liste pa' la reunión de hoy, papá?" - le preguntó Lucas mientras se servía un vaso de jugo.

"¡Claro! Es importante estar preparado para todo, hijo" - contestó Don Alberto, con una sonrisa.

Yo, con mi tictac, seguía con el ritmo de la cocina.

Cuando llegó la tarde, la familia se reunió para disfrutar de un descanso en el jardín. Casi sin querer, comenzó a hablar sobre nuevas aventuras.

"¿Y si vamos de camping este fin de semana?" - sugirió Sofía, mientras imaginaba en su mente las estrellas sobre su carpa.

"¡Sí, por favor!" - gritó Lucas, entusiasmado. "Podemos hacer una fogata y contar historias."

Al siguiente día, con la emoción a flor de piel, comenzaron a preparar todo lo necesario para su salida. Igual que con el bizcochuelo, hubo algunos errores y algunas discusiones. En medio de la organización, Lucas se dio cuenta de que no habían comprado leña.

"¡No puede ser!" - exclamó. "Esto es un desastre, nunca vamos a poder hacer la fogata."

"No te preocupes, Lo resolvemos. En la casa de la abuela siempre hay leña guardada," - tranquilizó Sofía.

Así que la familia se montó en el coche y partió hacia la casa de la abuela. Mientras conducían, yo, el reloj, observaba cómo tan solo unos minutos de viaje podían unir más a la familia, con conversaciones sobre historias pasadas.

Finalmente, llegaron al camping, ya de noche. Encendieron la fogata y todos se sentaron al rededor, mirando las llamas bailar en la oscuridad. Lucas comenzó a contar una historia sobre un héroe que luchaba contra dragones y salvaba aldeas.

"Y entonces, con su espada brillante, se enfrentó al dragón y..."

"¡No! ; no lo mató, ¿verdad?" - interrumpió Sofía, sorprendida.

"¡Claro! ” - continuó Lucas mientras todos reían. "De hecho, el dragón se convirtió en su amigo y juntos volaron hacia el horizonte."

Con cada tictac del reloj, sonreía al saber que, aunque fuera un objeto inanimado, había presenciado aventuras, risas y momentos de unión. Porque no importa cuán grande sea el error o cuán complicadas se vean las cosas, lo importante es saber encontrar soluciones y disfrutar cada instante con la familia.

Cuando finalmente todos se fueron a dormir en sus tiendas, sentí que el tiempo había pasado demasiado rápido. Era un nuevo día, lleno de nuevas posibilidades y diversión por vivir. ¿Qué aventuras les depararía el futuro?

FIN.

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