Thays y su Gran Aventura Dental



Había una vez una niña llamada Thays, que vivía en un colorido barrio lleno de risas y juegos. Thays tenía una sonrisa deslumbrante, pero había algo que no le gustaba ni un poquito: ir al dentista. Y, para colmo, no le agradaba cepillarse los dientes. Cada vez que su mamá le pedía que se cepillara, ella ponía una cara muy seria y decía:

"Pero, ¡mamá! Es tan aburrido, y al dentista siempre le gusta hacerme preguntas mientras me mira los dientes. ¿Por qué no puede simplemente mirar sin preguntar?"

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Thays masticó un caramelo muy pegajoso. Era tan rico que no pudo evitarlo. Pero cuando terminó, se sintió extraña. Miró a sus amigos y les preguntó:

"¿A ustedes les gusta ir al dentista?"

Sus amigos se miraron entre ellos y todos respondieron al unísono:

"¡No!"

Thays se sintió aliviada, pero en ese justo momento, escuchó una voz muy peculiar que provenía de un arbusto cercano. Era un ratón chiquito, que se acercó y dijo:

"Hola niña, yo soy Rati, el ratón de los dientes. ¿Sabías que si no te cepillas, los dulces hacen fiestas en tu boca?"

Thays, intrigada, preguntó:

"¿Fiestas? ¿De qué estás hablando?"

Rati se acomodó en una ramita y continuó:

"Así es. Algunos dulces invitan a otros azucarados y, si no te cepillas, se quedan a vivir en tus dientes. Después, el dentista se enfada mucho porque no le gusta que los dulces se queden a vivir allí. Él quiere que tengamos dientes saludables y brillantes para sonreír sin preocupaciones."

"¿Fiestas de dulces? Suena divertido... pero no quiero ir al dentista ni perderme los caramelos!" le respondió Thays, confundida.

"Te entiendo, pero piénsalo así: si te cepillas los dientes, puedes darles la bienvenida a los dulces porque sabes que no se quedarán por mucho tiempo. Además, si no lo haces, puede que te duela la boca, y eso sí que no es divertido. ¿Te gustaría probar lo que te digo?" le sugirió Rati.

Thays se quedó pensando. ¿Y si tenía razón? Su sonrisa era muy importante para ella y no quería perderla.

"Está bien, le daré una oportunidad a eso de cepillarme los dientes. Pero, ¿y si me duele?"

Rati sonrió con mucha ternura y le dijo:

"Lo mejor que puedes hacer es cepillarte, porque si lo haces a diario, no te duelen. Y, recuerda, cada vez que vayas al dentista, ¡serás una valiente!"

Con el corazón un poco más liviano, esa noche Thays decidió cepillarse los dientes antes de dormir. Hizo burbujas con la pasta dental y se divirtió muchísimo.

Al día siguiente, mientras todos sus amigos jugaban, Thays decidió compartir su experiencia:

"Chicos, me cepillé los dientes! ¡No es tan malo como pensé!"

Sus amigos la miraron con asombro.

"No podemos creerlo, ¿te gustó?"

"Sí, ¡me divertí! Y creo que voy a ir al dentista pronto, porque quiero saber cómo se cuidan los dientes por dentro también. ¡No más fiestas de dulces en mi boca!"

Los amigos se sintieron inspirados por Thays y empezaron a cepillarse los dientes también. Lo que comenzó como temor se transformó en un juego. Juntas, formaron un club de niños que se comprometieron a cepillarse los dientes y visitar al dentista.

Finalmente, llegó el día de la cita con el dentista. Thays entró al consultorio con un poco de nervios, pero también con mucha valentía. Cuando se sentó en la silla, el dentista le sonrió y le dijo:

"Hola, Thays. He escuchado que eres una valiente. ¿Listos para ver esos dientes maravillosos?"

Thays sonrió, sintiéndose mucho más segura.

"¡Sí, estoy lista!"

Y así, aprendió que ir al dentista no era tan aterrador, y que cepillarse los dientes era un acto de valentía y diversión. Desde entonces, Thays y sus amigos no solo cuidaron sus sonrisas, sino que también compartieron su alegría y enseñaron a otros sobre la importancia de tener dientes saludables, convirtiéndose en los pequeños embajadores de una buena higiene dental en la escuela.

Fin.

FIN.

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