The Boy Who Touched the World



Había una vez un joven llamado Jesús que vivía en un pequeño pueblo junto al mar. Era un chico muy inteligente y curioso, siempre buscando aprender cosas nuevas.

Un día, mientras caminaba por la playa, vio a unos pescadores arreglando sus redes. - ¡Hola! -saludó Jesús con una sonrisa-. ¿Puedo ayudarlos? Los pescadores se sorprendieron al ver a este joven tan interesado en su trabajo, pero aceptaron su ayuda de buen grado. - Claro, muchacho.

Puedes ayudarnos a desenredar estas redes -respondió uno de los pescadores. Jesús se sentó junto a ellos y comenzó a desenredar las redes con habilidad. Los pescadores quedaron impresionados por su destreza y rapidez.

- ¡Eres increíble! -exclamó el pescador más viejo-. Nunca había visto a alguien desenredar las redes tan rápidamente. Jesús sonrió modestamente y les explicó:- Aprendí esta técnica observando a los pájaros construir sus nidos.

Ellos saben cómo hacerlo sin enredarse en las ramas ni perder tiempo. Los pescadores escuchaban atentamente cada palabra que salía de la boca de Jesús. Estaban fascinados por sus conocimientos y deseaban aprender más de él.

A partir de ese día, Jesús se convirtió en amigo inseparable de los pescadores. Les enseñaba técnicas para mejorar su pesca y compartía historias inspiradoras sobre la vida y el amor al prójimo. Un día, mientras Jesús estaba sentado en la orilla del mar con los pescadores, vieron una tormenta acercarse rápidamente.

- ¡Oh no! -exclamó uno de los pescadores-. Si nos quedamos aquí, la tormenta podría destruir nuestras embarcaciones. Jesús sonrió y les dijo:- No se preocupen. Yo puedo calmar la tormenta.

Los pescadores lo miraron con incredulidad, pero confiaban en él. Jesús extendió sus brazos al cielo y comenzó a hablar en voz baja. La tormenta se calmó inmediatamente, dejando un mar tranquilo y sereno.

Los pescadores estaban asombrados por el poder que Jesús poseía sobre la naturaleza. Se dieron cuenta de que estaba destinado a hacer cosas grandes en el mundo.

A medida que pasaba el tiempo, Jesús continuaba enseñando a los pescadores sobre valores como la amistad, la generosidad y el respeto por todos los seres vivos. Juntos emprendían aventuras emocionantes, explorando nuevos lugares y ayudando a quienes más lo necesitaban.

Un día, mientras caminaban por un camino lleno de árboles frutales, encontraron a un hombre hambriento sentado junto a un río seco. - ¿Qué te sucede? -preguntó Jesús preocupado-. ¿Por qué estás tan triste? El hombre le explicó que había estado viajando durante días sin encontrar comida ni agua. Estaba agotado y desesperado.

Jesús miró a su alrededor y vio muchos árboles llenos de frutas maduras. Con una sonrisa en su rostro, les dijo a los apóstoles:- Vamos a compartir nuestras provisiones con este hombre. Juntos, podemos hacer que sucedan cosas maravillosas.

Los apóstoles se unieron a Jesús y comenzaron a recolectar frutas de los árboles. Pronto tenían suficiente comida para alimentar al hombre hambriento y a ellos mismos. El hombre no podía creer la bondad y generosidad de aquellos jóvenes.

Estaba tan agradecido que decidió unirse a ellos en su misión de ayudar a los demás. Desde ese día, Jesús y sus apóstoles continuaron viajando por el mundo, llevando amor, esperanza y alegría a todos los lugares que visitaban.

Aprendieron lecciones valiosas sobre la importancia del trabajo en equipo, la compasión hacia los demás y el poder transformador del amor.

Y así, Jesús de joven junto con sus apóstoles dejaron una huella imborrable en el mundo, inspirando a todos aquellos que cruzaban su camino con su sabiduría y bondad infinita.

FIN.

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