The Candy Tree Adventure
Ari era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Vivía en una pequeña casa con su mamá y su abuela, a quien todos llamaban Abuela Dulce debido a su habilidad para hacer deliciosos dulces.
Un día, mientras Ari jugaba en el patio trasero, vio un árbol extraño que nunca había notado antes. Se acercó corriendo y se quedó asombrada al descubrir que el árbol estaba lleno de caramelos de colores brillantes.
"¡Mamá! ¡Abuela Dulce! ¡Vengan rápido!", gritó Ari emocionada. Su mamá y su abuela salieron corriendo hacia ella, preguntándose qué había pasado. Al ver el árbol lleno de caramelos, sus ojos también se iluminaron de emoción.
"¡Es increíble!", exclamó la mamá de Ari. "Esto es mágico", agregó la Abuela Dulce con una sonrisa. Decidieron reagarrar todos los caramelos del árbol y llevarlos adentro. La Abuela Dulce tenía una idea maravillosa: usarían los caramelos para hacer nuevos dulces aún más deliciosos.
Ari ayudó a su abuela a derretir los caramelos en una cacerola grande mientras su mamá preparaba los moldes para darles forma. Juntas, hicieron piruletas gigantes, paletas heladas y bombones rellenos.
Cuando terminaron, pusieron todos los dulces en bandejas para que se enfriaran. Pero cuando regresaron después de unos minutos, ¡todos los dulces habían desaparecido!"¿Dónde están nuestros dulces?", preguntó Ari con tristeza. De repente, escucharon un ruido proveniente del árbol.
Se acercaron sigilosamente y vieron a un pequeño duendecillo verde comiendo los dulces que habían desaparecido. "¡Ey! ¡Esos son nuestros dulces!", exclamó la mamá de Ari indignada. El duendecillo se asustó y saltó del árbol.
Intentó huir, pero su pie quedó atascado en una rama. "Lo siento mucho", dijo el duendecillo con voz temblorosa. "Estaba tan hambriento y esos caramelos tenían muy buena pinta". Ari sintió pena por el duendecillo y le ofreció uno de los caramelos que había sobrado en la cacerola.
El duendecillo lo aceptó con gratitud y comenzaron a hablar. Resulta que el nombre del duendecillo era Chipi, y vivía en el árbol desde hacía muchos años.
Le encantaban los dulces, pero siempre tenía miedo de bajar al pueblo para conseguirlos porque pensaba que los humanos no serían amables con él. Ari le aseguró a Chipi que ella y su familia eran diferentes, y prometió compartir sus dulces con él si dejaba de robarlos.
A cambio, Chipi les enseñaría algunos trucos mágicos divertidos. Desde ese día, Ari, su mamá y su abuela compartieron todos sus dulces con Chipi. Juntos, crearon una gran amistad llena de risas y aventuras mágicas.
Y así fue como Ari descubrió que la curiosidad puede llevar a encuentros maravillosos y que la amistad puede surgir de los lugares más inesperados.
FIN.