The Enchanted Dolls


Había una vez un niño llamado Alejo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Alejo era muy amigable y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Le encantaba jugar con sus amigos todos los días después de la escuela. Un día, mientras caminaba por el parque, Alejo encontró una caja misteriosa debajo de un árbol. Curioso, decidió abrirla y dentro encontró unos pequeños muñecos de peluche.

Cada uno tenía una etiqueta que decía: "Regalo para hacer amigos". Alejo se emocionó mucho y decidió llevar los muñecos a casa para compartirlos con sus amigos.

A medida que iba entregando los muñecos, notó algo extraño: cada amigo al recibir su regalo se convertía en un mejor amigo aún más especial. La primera persona a la que le dio un muñeco fue a su amiga Sofía. Al instante, Sofía comenzó a ser más amable y generosa con todos los demás niños del pueblo.

Luego, Alejo le dio otro muñeco a su amigo Juanito, quien comenzó a ayudar a otros niños en sus tareas escolares sin esperar nada a cambio.

Emocionado por ver cómo sus amigos se volvían mejores personas gracias a los regalos, Alejo continuó entregando más muñecos. A cada nuevo amigo le daba la oportunidad de aprender algo nuevo o mejorar alguna habilidad. Cuando solo quedaba un último muñeco en la caja misteriosa, Alejo pensó en qué hacer con él.

Entonces recordó a Mateo, un niño solitario que rara vez jugaba con los demás. Alejo decidió que era la persona perfecta para recibir el último regalo. Al darle el muñeco a Mateo, algo sorprendente sucedió.

En lugar de cambiar él mismo, el muñeco cobró vida y comenzó a hablar en voz baja. El muñeco le dijo a Mateo que él era especial y tenía mucho talento para la música.

A partir de ese día, Mateo dejó de ser solitario y empezó a tocar música en el parque todos los días. Los demás niños se acercaban a escucharlo y se dieron cuenta de lo talentoso que era. Pronto, todos querían ser amigos de Mateo.

Alejo se dio cuenta de que había hecho algo maravilloso al compartir esos regalos con sus amigos. No solo les había dado juguetes, sino también oportunidades para crecer y mejorar como personas. Desde entonces, Alejo continuó siendo un niño amigable y generoso.

Siempre buscaba maneras de ayudar a sus amigos y hacerlos sentir especiales. Y aunque ya no tenía más muñecos mágicos, sabía que siempre podía encontrar formas creativas de regalarles cosas valiosas: su tiempo, su apoyo y su cariño.

Y así fue como Alejo aprendió una gran lección: los verdaderos amigos son aquellos que nos hacen mejores personas cuando estamos juntos.

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