The Enchanted Door
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo era muy curioso y aventurero, siempre buscando nuevas experiencias y descubrimientos.
Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, encontró una extraña planta con flores brillantes y coloridas. Mateo se acercó a la planta y notó algo aún más sorprendente: ¡había una puerta en medio de ella! Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla y entrar.
Al otro lado de la puerta, se encontró con un mundo mágico lleno de criaturas fantásticas. En ese nuevo mundo, Mateo conoció a Tilo, un pequeño duende amigable que lo acompañaría en su increíble aventura.
Juntos recorrieron paisajes asombrosos y conocieron seres maravillosos como hadas, gnomos y unicornios. Un día, mientras caminaban por un prado lleno de flores exóticas, escucharon una voz triste que provenía del fondo del lago cercano. Se acercaron corriendo para ver qué estaba pasando.
- ¡Ayuda! -gritaba una tortuga gigante llamada Tobías-. Estoy atrapado bajo el agua desde hace días. No puedo salir. Mateo y Tilo no dudaron ni un segundo en ayudar a Tobías. Usando su ingenio e imaginación buscaron diferentes formas de rescatarlo.
Finalmente lograron construir una plataforma flotante con ramas y hojas para que Tobías pudiera subir sin hundirse. Tobías salió del agua emocionado y agradecido:- ¡Muchas gracias, chicos! Pensé que nunca saldría de ahí. Estoy en deuda con ustedes.
A partir de ese momento, Tobías se unió a Mateo y Tilo en su aventura. Juntos continuaron explorando el mundo mágico y ayudando a otros seres necesitados que encontraban en su camino.
Un día, mientras seguían su viaje, se encontraron con una puerta misteriosa similar a la que Mateo había encontrado al principio. Esta vez era mucho más grande y parecía llevar a algún lugar desconocido.
- ¿Deberíamos abrir la puerta? -preguntó Tilo, emocionado por lo que podrían descubrir al otro lado. Mateo reflexionó unos segundos y luego respondió:- Creo que es hora de volver a casa. Hemos vivido muchas aventuras aquí, pero siempre podemos regresar en otro momento.
Así fue como Mateo, Tilo y Tobías regresaron al pueblo donde vivían. Aunque extrañaban el mundo mágico lleno de criaturas fantásticas, estaban felices de estar nuevamente en casa con sus familias y amigos.
Mateo aprendió una valiosa lección: no siempre es necesario buscar nuevas experiencias fuera de casa para encontrar aventuras emocionantes. A veces las mejores historias están justo frente a nosotros si sabemos apreciarlas. Y así fue como Mateo siguió descubriendo cosas asombrosas cada día, tanto dentro como fuera del bosque cerca de su casa.
Siempre recordaba aquella frase: "No me digas que vuelva si yo nunca me fui", porque sabía que el verdadero espíritu aventurero estaba dentro de él todo el tiempo.
FIN.