The Enchanted Garden



Había una vez un perrito llamado Ramón que vivía en una pequeña casa junto a su familia.

A Ramón le encantaba jugar y correr por el jardín, pero lo que más disfrutaba era oler las hermosas flores que crecían alrededor de su casa. Un día, mientras exploraba el jardín, Ramón encontró una flor diferente a todas las demás. Era tan brillante y colorida que parecía tener vida propia.

Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla a la casa para mostrársela a su familia. Cuando llegó a la cocina, donde se encontraban sus dueños, les dijo emocionado: "¡Miren lo que encontré! ¡Una flor mágica!".

La mamá de Ramón sonrió y le dijo: "Qué linda flor, ¿no? Pero recuerda, Ramón, todas las flores tienen algo especial. Cada una tiene su propio aroma y belleza". Ramón asintió con entusiasmo y decidió buscar más flores por todo el jardín para descubrir qué hacía cada una única.

Así pasaron los días y Ramón aprendió mucho sobre las flores. Descubrió que algunas eran altas como árboles y otras pequeñas como él. Unas tenían colores vibrantes mientras otras eran delicadas y blancas como la nieve.

Un día de verano, cuando el sol estaba muy fuerte en el cielo, Ramón sintió cómo su energía comenzaba a agotarse rápidamente. Decidió buscar un lugar fresco para descansar un poco antes de seguir explorando.

Encontró un rincón sombreado debajo del manzano y se recostó para descansar. Pero cuando cerró los ojos, algo extraño sucedió: su alma salió de su cuerpo y comenzó a volar por el jardín. Asustado, Ramón siguió a su alma mientras esta exploraba cada rincón del jardín.

Vio cómo se acercaba a las flores y les hablaba en un lenguaje que solo ellas podían entender. "Hola, linda flor. ¿Cómo te llamas?" -preguntó el alma de Ramón a una rosa roja.

"Soy Rosa y soy la reina de este jardín" -respondió orgullosa la rosa. Ramón estaba maravillado al ver cómo las flores tenían sus propias personalidades y cómo cada una cumplía un papel importante en el ecosistema del jardín.

Después de un largo día explorando junto a su alma, Ramón decidió regresar a casa. Se encontró con su familia esperándolo ansiosos en la puerta. "¡Ramón! ¡Qué susto nos diste! ¿Dónde estabas?" -dijo preocupada la mamá de Ramón.

Ramón les contó emocionado todo lo que había vivido y aprendido ese día. Les habló sobre las flores mágicas y cómo cada una tenía algo especial que ofrecer al mundo.

Desde ese día, Ramón nunca dejó de apreciar las flores del jardín ni tampoco olvidaría la lección más importante: todos tenemos un lugar en este mundo y algo valioso que ofrecer, así como las hermosas flores del jardín.

Y así, con esa enseñanza en el corazón, Ramón continuó disfrutando de las maravillas que le ofrecía la vida en su pequeña casa. Cada noche, antes de dormir, agradecía por su familia, su hogar y por todas las flores que llenaban su alma de alegría y color.

FIN.

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