The Forbidden Blooms


Había una vez una mujer llamada Clara, a quien le encantaba pasear por el parque todos los días. Pero lo que más disfrutaba era detenerse en el campo santo y oler las hermosas flores que crecían allí.

Un día, mientras Clara caminaba por el parque, notó algo extraño. Había un cartel colocado al lado del campo santo que decía: "Prohibido ingresar sin permiso".

A pesar de esto, Clara no pudo resistir la tentación de acercarse y oler las flores. Cuando se acercó a la entrada del campo santo, un guardia apareció de repente. Era un hombre alto y serio con uniforme impecable.

- Disculpe señora, pero está prohibido ingresar sin permiso -dijo el guardia con voz firme. Clara se disculpó rápidamente y explicó que solo quería oler las flores porque le traían mucha alegría. El guardia miró a Clara con curiosidad y luego sonrió. Parecía haber entendido algo especial en ella.

- Señora Clara, ¿sabe qué? Yo también amo las flores -dijo el guardia-. Permítame acompañarla dentro del campo santo para que pueda disfrutar de ellas en su máximo esplendor. Clara quedó sorprendida pero emocionada al mismo tiempo.

Ella asintió felizmente y juntos entraron al campo santo. Dentro había miles de flores diferentes: rosas rojas como el fuego, margaritas blancas como la nieve y girasoles amarillos brillantes que seguían al sol. Cada flor tenía su propio aroma único y embriagador.

Clara y el guardia pasearon por los senderos del campo santo, deteniéndose en cada rincón para oler las flores. Clara se sentía como si estuviera en un sueño, rodeada de tanta belleza y fragancia.

Mientras caminaban, el guardia le contó a Clara la historia de cada flor y cómo simbolizaban cosas diferentes. Le habló sobre la rosa roja que representaba el amor apasionado y la margarita blanca que simbolizaba la pureza y la inocencia.

Clara estaba fascinada por todas estas historias y aprendió mucho sobre las flores ese día. Se dio cuenta de que no solo eran hermosas, sino también poderosas en su significado. Después de pasar horas explorando el campo santo, Clara se despidió del guardia con gratitud.

Había tenido una experiencia maravillosa gracias a su amabilidad. A partir de ese día, Clara siguió visitando el parque todos los días pero ahora respetaba las reglas del campo santo.

Aunque ya no podía entrar sin permiso, siempre llevaba consigo un pequeño ramo de flores para disfrutar su aroma durante sus paseos. Y así fue como Clara aprendió a apreciar aún más las flores del campo santo.

Cada vez que olía una rosa roja recordaba el amor apasionado, cada vez que veía una margarita blanca recordaba la pureza y cada vez que encontraba un girasol amarillo recordaba seguir siempre hacia adelante como lo hace el sol.

Desde entonces, Clara compartió sus conocimientos sobre las flores con otros niños del parque. Juntos aprendieron a amar y respetar la naturaleza, encontrando alegría en cada pequeño detalle.

Y así, el parque se llenó de risas y sonrisas mientras los niños exploraban las flores y creaban sus propios significados para ellas. Todo gracias a una mujer llamada Clara, que descubrió la magia de las flores del campo santo.

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