The Friendly Ghostly Quest



Había una vez un niño llamado Carlos. Era de tez negra, tenía 10 años y era alto para su edad. A Carlos le encantaban las noches de terror, pero siempre se preguntaba por qué se le aparecían fantasmas.

Una noche, mientras Carlos estaba acostado en su cama pensando en esto, escuchó un ruido extraño proveniente del armario. Se levantó valientemente y abrió la puerta despacio.

Para su sorpresa, ¡un fantasma salió flotando! Carlos dio un paso atrás asustado, pero el fantasma sonrió amablemente y dijo: "¡No tengas miedo! Soy Benjamín, tu amigo fantasma". Carlos miró al fantasma con curiosidad y lentamente dejó de sentir miedo. Benjamín parecía simpático y tranquilo. "Hola Benjamín", dijo Carlos tímidamente.

"¿Por qué los fantasmas siempre me persiguen?"Benjamín explicó que los fantasmas a veces se acercan a las personas porque necesitan ayuda o quieren transmitirles mensajes importantes. Pero también les gusta jugar trucos para divertirse.

"Pero no todos los fantasmas son malos", continuó Benjamín. "Yo estoy aquí para ser tu amigo y ayudarte a superar tus miedos". A partir de ese día, Carlos y Benjamín pasaron mucho tiempo juntos.

Jugaron juegos divertidos como escondidas en la oscuridad o contar historias espeluznantes antes de dormir. Un día, cuando estaban explorando una vieja casa abandonada cerca del vecindario, Carlos encontró un diario antiguo escondido debajo del piso de madera.

En él, descubrió que el fantasma de la casa era en realidad un niño llamado Mateo, que estaba buscando a su familia perdida. Carlos decidió ayudar a Mateo y, con la ayuda de Benjamín, siguieron las pistas del diario para encontrar a los parientes de Mateo.

Juntos, resolvieron acertijos y superaron obstáculos hasta que finalmente encontraron a la familia de Mateo y lo ayudaron a reunirse con ellos. "¡Gracias Carlos! ¡Gracias Benjamín!", exclamó Mateo emocionado. "Nunca olvidaré lo amables que han sido conmigo".

Carlos sonrió orgulloso y se dio cuenta de que no todos los fantasmas eran malos. Algunos simplemente necesitaban ayuda o querían ser amigos. A partir de ese día, Carlos dejó de tener miedo cuando veía fantasmas.

Sabía que algunos solo querían jugar o necesitaban ayuda como su amigo Benjamín y el pequeño Mateo. Carlos aprendió una valiosa lección: nunca juzgues a alguien por su apariencia o por ser diferente.

Todos merecen amistad y comprensión, sin importar si son personas o fantasmas. Y así, Carlos siguió disfrutando las noches de terror junto a sus nuevos amigos fantasmales mientras aprendía sobre el valor de la amistad y la importancia de superar nuestros miedos para ayudar a los demás.

FIN.

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