The Golden Wish
Había una vez un padre llamado José que tenía una gran pasión por la pesca. Cada fin de semana, se iba a un hermoso lago cercano con su hijo, Martín, para disfrutar de su hobby favorito.
Un día soleado, José y Martín llegaron temprano al lago. Prepararon sus cañas y lanzaron el anzuelo al agua con entusiasmo. Pasaron horas sin tener éxito, hasta que finalmente algo inesperado ocurrió: José sintió una fuerte sacudida en su caña.
- ¡Martín! ¡He pescado algo grande! - exclamó emocionado. Martín corrió hacia su padre y juntos comenzaron a tirar del hilo de la caña con todas sus fuerzas. Pero cuanto más lo intentaban, más difícil se volvía.
El pez era enorme y parecía estar luchando por escapar. - Papá, necesitamos ayuda - dijo Martín preocupado. José miró a su alrededor y vio a un hombre mayor sentado cerca del lago observando atentamente la escena.
Se acercó a él y le explicó la situación. - Disculpe señor, ¿podría ayudarnos a atrapar este gigantepez dorado? Es demasiado fuerte para nosotros solos - le pidió José con humildad. El hombre sonrió amablemente y aceptó ayudarlos.
Juntos tiraron del hilo con determinación hasta que finalmente lograron sacar el pez del agua. Era realmente impresionante: brillaba como el sol dorado y era mucho más grande de lo que habían imaginado. - ¡Lo hemos logrado! Gracias por tu ayuda, señor...
- dijo José agradecido. - Pueden llamarme Don Ramón. Ha sido un placer ayudarlos. Ese pez es realmente extraordinario - respondió el hombre.
Don Ramón les sugirió que devolvieran al pez al agua para que pudiera seguir viviendo en su hábitat natural. José y Martín estuvieron de acuerdo y con mucho cuidado soltaron al gigantepez dorado de vuelta al lago.
A medida que el pez nadaba tranquilamente hacia lo profundo del agua, una voz melodiosa resonó en el aire:- Gracias por salvarme la vida. Os concedo un deseo como recompensa por vuestra bondad. José y Martín se miraron sorprendidos. No podían creer lo que habían escuchado. - ¿De verdad? - preguntó Martín emocionado.
El pez asintió con su cabeza dorada y les explicó que debían pensarlo bien antes de hacer su deseo, porque solo tenían uno. Padre e hijo se tomaron unos minutos para reflexionar sobre qué desear.
Finalmente, llegaron a una decisión juntos: querían compartir su amor por la pesca con otras personas, especialmente con aquellos que no tenían la oportunidad de disfrutarla.
Entonces, le pidieron al gigantepez dorado que los ayudara a construir un centro recreativo donde todos pudieran aprender sobre la pesca y disfrutar del hermoso lago juntos. El pez sonrió nuevamente y asintió con la cabeza para mostrarles su aprobación. Desde ese día, José, Martín y Don Ramón trabajaron arduamente para hacer realidad su sueño.
Construyeron el centro recreativo y lo llenaron de cañas, anzuelos y conocimientos sobre la pesca. Muchas personas se unieron a ellos para aprender y disfrutar de esta maravillosa actividad.
Y así, gracias al gigantepez dorado y su deseo concedido, la pasión por la pesca se extendió a muchas más personas. José, Martín y Don Ramón demostraron que cuando compartimos nuestras aficiones con los demás, podemos crear momentos especiales y hacer felices a quienes nos rodean.
Desde aquel día en adelante, el lago se convirtió en un lugar mágico donde las risas de niños y adultos resonaban mientras pescaban juntos.
Y cada vez que alguien atrapaba un pez, recordaban la historia del gigantepez dorado que les había enseñado el valor de compartir y ayudar a los demás. Y así fue como José, Martín y Don Ramón dejaron un legado de amor por la pesca que perduró por generaciones.
FIN.