The Green Guardian


Había una vez, en la comunidad Chuite de los Andes argentinos, un niño llamado Mateo. Mateo vivía rodeado de montañas, ríos y una naturaleza exuberante que le proporcionaba alegría y curiosidad constante.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Mateo se encontró con una pequeña planta que parecía estar marchita. Se acercó cuidadosamente y notó que estaba sedienta. Sin dudarlo, corrió hacia el río más cercano y llenó un balde con agua fresca.

Regresó rápidamente y comenzó a regar la planta. Al día siguiente, cuando Mateo volvió al mismo lugar, se sorprendió al ver cómo la planta había crecido y florecido gracias a sus cuidados.

Estaba tan emocionado que decidió seguir ayudando a las plantas del bosque. Dedicaba su tiempo libre a reagarrar semillas de diferentes plantas y árboles para luego sembrarlas en su propio huerto.

Todos los días regaba las plántulas con cariño y paciencia, esperando ansioso el momento en que crecerían fuertes y sanas. Pero un día algo inesperado ocurrió: una sequía azotó la comunidad Chuite.

El sol abrasador secaba todo lo que encontraba a su paso: los ríos se secaron, los animales buscaban desesperadamente agua para sobrevivir y las plantas empezaron a marchitarse nuevamente. Mateo sabía que debía hacer algo para ayudar a su querida comunidad.

Recordando lo aprendido sobre conservación del agua en la escuela, decidió construir un sistema de riego que aprovechara al máximo el agua disponible. Con la ayuda de su familia y vecinos, Mateo recolectó botellas vacías y latas de refrescos. Las llenaron con agua y las enterraron cerca de las plantas para que esta se filtrara lentamente hacia las raíces.

También construyeron canales improvisados para llevar el agua del río a los campos más necesitados. Poco a poco, gracias al esfuerzo de todos, las plantas volvieron a florecer.

Los árboles reverdecieron y los animales encontraron nuevamente refugio y alimento en ese hermoso lugar. La noticia sobre el ingenioso sistema de riego llegó hasta la ciudad más cercana, donde un grupo de científicos quedó maravillado con la iniciativa del pequeño Mateo.

Decidieron visitar la comunidad Chuite para aprender más sobre sus técnicas innovadoras. Mateo se convirtió en un héroe local y su historia inspiró a muchas personas a cuidar el medio ambiente y buscar soluciones creativas frente a los desafíos que enfrentamos.

Desde aquel día, Mateo continuó cultivando su huerto con amor y dedicación. No solo aprendió sobre plantas, sino también sobre trabajo en equipo, resiliencia e importancia de cuidar nuestro entorno.

Y así es como el niño del ande comunidad Chuite demostró que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos hacer grandes cosas si tenemos pasión por lo que hacemos y nos preocupamos por nuestro planeta.

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