The Joyful Circle
Había una vez en un hermoso parque de Buenos Aires, una niña llamada Sofía que tenía 4 años. A Sofía le encantaba ir al parque todos los días para jugar y divertirse.
Pero lo que más amaba era ver a los perritos correr y saltar por el pasto verde. Un día soleado, mientras Sofía se deslizaba por el tobogán del parque, vio a un pequeño perrito blanco de ojos brillantes jugando cerca de ella.
El perrito estaba tan emocionado como ella, moviendo su cola con alegría. - ¡Hola, perrito! ¿Quieres ser mi amigo? - preguntó Sofía emocionada. El perrito ladró felizmente y comenzaron a jugar juntos.
Corrieron por todos lados, saltaron sobre las hojas caídas y perseguían mariposas. Parecían inseparables. Pero llegó el momento en que Sofía encontró algo muy especial: un hula-hoop colorido tirado en el césped. - ¡Mira! ¡Un hula-hoop! - exclamó la niña con entusiasmo.
Sofía tomó el hula-hoop y comenzó a girarlo alrededor de su cintura. Estaba tan feliz que no se dio cuenta de que había dejado al pequeño perrito sin compañía. El perrito se acercó tristemente a Sofía y empezó a ladrarle para llamar su atención.
- ¿Qué pasa, amiguito? - preguntó Sofia preocupada cuando notó la tristeza en los ojitos del perro. - Guau guau guau... - ladró el perrito señalando al hula-hoop. Sofía entendió que el perrito también quería jugar.
Ella se dio cuenta de que no había sido justa con su nuevo amigo y decidió compartir su juguete. - ¡Claro! Tú también puedes jugar con el hula-hoop, perrito - dijo Sofía mientras le entregaba el juguete.
El pequeño perro saltó de alegría y comenzó a correr en círculos dentro del hula-hoop. Sofía sonrió feliz porque sabía que había hecho lo correcto. Pero justo en ese momento, un niño llamado Lucas llegó al parque.
Tenía un peluche gigante bajo el brazo y parecía triste al ver a los demás niños divirtiéndose. Sofía y el perrito se acercaron para hablar con él. - Hola, ¿estás bien? - preguntó Sofía preocupada.
- No tengo amigos aquí y nadie quiere jugar conmigo - respondió Lucas con voz triste. - ¡No te preocupes! Puedes unirte a nosotros - dijo Sofia amablemente. Lucas sonrió tímidamente y aceptó la invitación.
Los tres comenzaron a jugar juntos: saltaban sobre las hojas caídas, corrían por todos lados e incluso compartieron risas mientras hacían cosquillas al pequeño perro blanco. A medida que pasaba el tiempo, más niños se unieron a ellos en su juego divertido.
Todos aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de compartir y ser amables unos con otros. Al final del día, cuando era hora de irse a casa, Sofía abrazó al pequeño perrito y a Lucas. - Ha sido un día maravilloso.
¡Gracias por enseñarme a compartir y hacer nuevos amigos! - dijo Sofía con una sonrisa en su rostro. El pequeño perro ladró felizmente mientras Lucas asintió con la cabeza.
Juntos, caminaron hacia el atardecer, sabiendo que siempre se tendrían el uno al otro y que la amistad verdadera es lo más valioso de todo. Y así, la niña de 4 años y el perrito aprendieron a compartir no solo juguetes, sino también amor y amistad en ese hermoso parque de Buenos Aires. Fin.
FIN.