The Joyful Journey
Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos y montañas. A Tomás le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas cada día.
Un día, mientras paseaba cerca del río, escuchó un extraño ruido proveniente de una alcantarilla. Intrigado, se acercó a investigar y vio algo brillante dentro de la oscura alcantarilla. ¡Era un globo de colores! Sin pensarlo dos veces, Tomás decidió rescatarlo.
Extendió su brazo y lo alcanzó con mucho cuidado. Justo cuando estaba por agarrarlo, el globo comenzó a moverse rápidamente y salió volando por los aires. El susto hizo que Tomás cayera al suelo, pero no se dio por vencido.
Decidió seguir al globo para ver adonde iba. El globo lo llevó hasta un viejo circo abandonado en las afueras del pueblo. Al entrar al lugar, Tomás sintió una extraña sensación de miedo pero también de emoción.
Caminando entre las carpas vacías y los payasos desgastados por el tiempo, llegó hasta el centro del circo. Allí encontró a un payaso triste sentado en una silla rota. El payaso tenía pintada una sonrisa en su rostro pero sus ojos reflejaban mucha tristeza.
"¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?"- preguntó Tomás preocupado. El payaso levantó la cabeza sorprendido por la presencia del niño y respondió con voz entrecortada: "Hace muchos años, solía ser el payaso más divertido del circo.
Pero un día, mi globo mágico se escapó y desde entonces no he podido volver a hacer reír a nadie". Tomás sintió mucha empatía por el payaso y decidió ayudarlo.
Juntos buscaron por todo el circo hasta encontrar al globo mágico escondido entre las telas de una carpa. El niño tomó el globo con cuidado y se lo entregó al payaso.
El payaso, aún triste pero con una pequeña chispa de esperanza en los ojos, sopló suavemente dentro del globo. Al instante, el globo comenzó a inflarse y llenar la carpa con risas contagiosas. Tomás sonrió al ver cómo el payaso volvía a ser feliz haciendo reír a los demás.
Juntos decidieron que era hora de devolverle la alegría al pueblo. El niño y el payaso organizaron un gran espectáculo en la plaza principal del pueblo. Repararon las carpas, arreglaron los disfraces y ensayaron nuevos actos para sorprender a todos.
Cuando llegó el día del espectáculo, Tomás se subió al escenario junto al payaso y juntos hicieron reír a todos los habitantes del pueblo. La gente aplaudió emocionada y les dio las gracias por traer tanta felicidad nuevamente.
Desde aquel día, Tomás se convirtió en amigo inseparable del payaso. Juntos recorrieron muchos lugares llevando alegría y risas allá donde iban. Y así fue como Tomás aprendió que, a veces, las cosas más pequeñas pueden traer grandes cambios en la vida de las personas.
Aprendió el valor de la amistad y que nunca debemos perder la esperanza, incluso cuando todo parece oscuro. Fin.
FIN.