The Joyful Journey


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un colectivero llamado Emilio Vargas.

Todos los días, Emilio manejaba su colectivo rojo número 11 por las calles de la gran ciudad, llevando a las personas de un lugar a otro. Emilio era conocido por ser amable y siempre tener una sonrisa en su rostro.

Aunque había muchos colectivos que recorrían la ciudad, los pasajeros preferían subirse al colectivo rojo número 11 porque sabían que iban a recibir un trato especial. Un día, mientras Emilio esperaba a que los pasajeros se subieran al colectivo en una parada muy concurrida, notó algo extraño. En el asiento trasero del colectivo estaba sentado un niño pequeño y solitario.

El niño tenía una mirada triste en sus ojos y parecía necesitar ayuda. - Hola, ¿estás bien? - preguntó Emilio con preocupación. El niño levantó la cabeza y asintió tímidamente. - ¿Necesitas ir a algún lugar específico? - preguntó Emilio nuevamente.

El niño negó con la cabeza. - Bueno entonces, ven conmigo. Te llevaré en el colectivo hasta que decidas dónde quieres ir - dijo Emilio amablemente.

A partir de ese día, el pequeño niño se convirtió en el compañero constante de Emilio durante sus viajes. Los dos compartieron muchas conversaciones sobre la vida y los sueños del niño.

Un día lluvioso, cuando apenas había pasajeros en el colectivo debido al mal tiempo, Emilio le preguntó al niño:- ¿Cuál es tu nombre? Nunca me lo has dicho. El niño sonrió y respondió: - Me llamo Juan. - Es un placer conocerte, Juan. ¿Sabes? Tú eres especial para mí.

Siempre estás aquí conmigo en el colectivo, incluso cuando no tienes un destino específico.

Juan miró a Emilio y le preguntó con curiosidad:- ¿Y tú, Emilio? ¿Cuál es tu sueño? Emilio suspiró y dijo: - Mi sueño siempre ha sido tener mi propio colectivo, uno que sea diferente a todos los demás. Un colectivo donde las personas se sientan felices y seguras. Juan sonrió emocionado y exclamó: - ¡Eso suena increíble! Podrías pintarlo de colores brillantes como nuestro colectivo rojo número 11.

Emilio quedó sorprendido por la idea de Juan. Era algo que nunca había considerado antes. A partir de ese momento, Emilio comenzó a planear cómo podría hacer realidad su sueño. Con mucho esfuerzo y dedicación, Emilio ahorró dinero para comprar su propio colectivo.

Pintó el colectivo de colores brillantes como el arco iris e instaló luces coloridas en su interior. Además, agregó música animada para hacer del viaje una experiencia divertida para todos los pasajeros.

Cuando finalmente presentó su nuevo colectivo al público, la gente estaba asombrada por lo hermoso que era. El colectivo se convirtió rápidamente en el favorito de todos los habitantes de Buenos Aires.

Emilio había logrado convertir su sueño en realidad gracias a la inspiración y al apoyo de su amigo Juan. Juntos, demostraron que los sueños pueden hacerse realidad si uno se esfuerza lo suficiente y tiene a alguien que le brinde apoyo.

Desde entonces, Emilio y Juan siguieron trabajando juntos en el colectivo rojo número 11, llevando alegría y felicidad a todas las personas que subían a bordo.

Y cada vez que alguien preguntaba por qué el colectivo era tan especial, Emilio siempre respondía con una sonrisa:- Porque este colectivo fue creado con amor y amistad. Es un lugar donde los sueños se hacen realidad.

Y así, Emilio Vargas continuó manejando su colectivo rojo número 11 por las calles de Buenos Aires, recordándonos que nunca debemos dejar de soñar y ayudarnos mutuamente en el camino hacia nuestros sueños.

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