The Lakes Guardian


En un pequeño pueblo a orillas de una hermosa laguna vivía un niño llamado Mateo. A Mateo le encantaba pasar sus días explorando los alrededores y jugando junto al agua cristalina de la laguna.

Un día, mientras caminaba por el bosque cercano, una tormenta inesperada se desató. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban el cielo oscuro. Mateo se asustó y comenzó a correr para buscar refugio, pero en medio de la lluvia torrencial se perdió.

El viento soplaba fuerte y hacía que las ramas de los árboles crujieran. Mateo estaba cada vez más asustado y no sabía cómo encontrar su camino de regreso a casa. Pero entonces, escuchó un susurro proveniente del viento.

"No te preocupes, Mateo", dijo el viento en voz baja. "Yo te guiaré hasta tu hogar". El viento sopló con fuerza y empujó a Mateo hacia adelante. El niño confió en el viento y siguió su dirección.

Después de un tiempo, llegaron a una pequeña cabaña donde encontraron refugio. Dentro de la cabaña vivía Don Nicolás, un anciano amable que había vivido allí toda su vida.

Al ver al niño perdido bajo la protección del viento, Don Nicolás invitó a Mateo a entrar y le ofreció algo caliente para beber.

Mientras compartían historias junto al fuego crepitante, Don Nicolás le contó a Mateo sobre la importancia del respeto por la naturaleza y la necesidad de cuidar de la laguna. Le habló sobre cómo el viento, la lluvia y el sol trabajaban juntos para mantenerla viva. "La laguna es un tesoro que debemos proteger", dijo Don Nicolás.

"Es nuestro deber asegurarnos de que las futuras generaciones puedan disfrutar de su belleza". Mateo escuchaba atentamente las palabras del anciano y prometió hacer todo lo posible para cuidar de la laguna.

Al día siguiente, cuando finalmente encontró su camino de regreso a casa, se dio cuenta de algo maravilloso: gracias a su aventura perdido en la tormenta, había aprendido una lección valiosa. Desde ese día en adelante, Mateo se convirtió en el guardián de la laguna.

Organizó limpiezas regulares con sus amigos del pueblo para reagarrar basura y mantener sus aguas limpias. También educó a otros niños sobre la importancia del respeto por la naturaleza y cómo cada uno puede contribuir a protegerla. Con los años, Mateo creció convirtiéndose en un defensor ambiental reconocido.

La laguna floreció bajo su cuidado y se convirtió en un lugar hermoso donde todos podían disfrutar.

Y así fue como una tormenta inesperada llevó a Mateo por un camino perdido hasta encontrar al viento, quien le mostró el camino hacia Don Nicolás y hacia su misión como protector de la laguna. Aprendiendo sobre responsabilidad ambiental y trabajo en equipo, Mateo logró convertir una experiencia asustadora en algo positivo para él mismo y para toda su comunidad.

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