The Lions Oceanic Lesson



Había una vez en la sabana africana un león llamado Leopoldo que siempre había vivido en la selva y nunca había visto el mar.

Leopoldo era un león muy curioso y siempre se preguntaba cómo sería ese lugar del que todos hablaban. Un día, mientras caminaba por la pradera, escuchó a unas vaquitas que estaban pastando cerca de él.

Las vaquitas eran muy amigables y siempre estaban juntas, pero también eran un poco traviesas y les gustaba hacer bromas. - ¡Miren! -exclamó una de las vaquitas-. Ahí viene el león que no conoce el mar. Seguro se pondría muy gracioso si lo viera.

Las otras vaquitas comenzaron a reírse y a burlarse de Leopoldo, quien decidió acercarse a ellas para averiguar qué tanto se reían. - ¿De qué se ríen? -preguntó Leopoldo curioso. - Nos reímos de ti porque nunca has conocido el mar -respondió una vaquita burlona-.

Debe ser muy gracioso verte mojarte las patas. Leopoldo no entendía por qué eso era motivo de risa, pero decidió no pelear ni enfadarse con las vaquitas.

En cambio, les propuso algo:- Si ustedes me llevan al mar, prometo mostrarles cosas increíbles que solo los leones conocemos. Además, podrán disfrutar de mi compañía y aprender muchas cosas nuevas. Las vaquitas dudaron al principio, pero luego pensaron que podría ser divertido tener a un león como amigo y aceptaron la propuesta de Leopoldo.

Así comenzó la aventura de Leopoldo y las vaquitas hacia el mar. Durante el camino, Leopoldo les contaba historias sobre las diferentes especies que habitaban en la selva y les enseñaba a reconocer las huellas de los animales.

Finalmente, llegaron a una hermosa playa con un mar azul y cristalino. Las vaquitas quedaron asombradas ante tanta belleza y se dieron cuenta de lo equivocadas que estaban al burlarse de Leopoldo. - ¡Qué maravilla! -exclamó una de las vaquitas-.

Nunca habíamos imaginado algo así. Gracias por traernos aquí, Leopoldo. Leopoldo sonrió orgulloso y feliz por haberles mostrado algo nuevo a sus amigas. Juntos disfrutaron del sol, jugaron en la arena y se bañaron en el mar.

Desde aquel día, las vaquitas nunca más se rieron ni hicieron bromas sobre cosas que no conocían. Aprendieron que cada uno tiene su propio mundo por descubrir y que es importante respetar las experiencias de los demás.

Y así, Leopoldo se convirtió en un gran amigo para las vaquitas, quienes siempre recordarán aquella valiosa lección: no juzgar o reírse de lo desconocido, sino abrirse a aprender nuevas cosas y disfrutar juntos del maravilloso mundo que nos rodea.

FIN.

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