The Magic of Imagination


Había una vez un niño llamado Mateo que iba al jardín muy contento todos los días. Le encantaba bailar, cantar y jugar con sus amiguitos Bruno, Felipe, Patito y todos los demás. Siempre se divertían muchísimo juntos.

Pero había algo que a Mateo le entristecía un poco: los días en los que no tenía clases. Extrañaba mucho a su seño Agustina y a todos sus compañeros de clase.

En esos días, Mateo se sentía un poquito solo. Sin embargo, cada vez que salía del jardín después de las clases, esperaba ansioso a mamá Viviana para que lo fuera a buscar. Mamá Viviana siempre llegaba sonriente y abrazaba a Mateo con mucho amor.

Un día, mientras caminaban hacia casa, Mateo le contó todo lo divertido que había sido su día en el jardín. Habló sobre cómo habían jugado al escondite, cómo habían hecho una obra de teatro y cómo habían aprendido nuevas canciones.

Mamá Viviana escuchaba atentamente todas las historias de Mateo y sonreía orgullosa. Ella sabía lo importante que era para su hijo tener ese espacio donde pudiera aprender, jugar y hacer amigos.

Pero también notó la tristeza en los ojos de Mateo cuando mencionaba los días sin clases. Decidió entonces hacer algo especial para esos momentos. Al llegar a casa, mamá Viviana sorprendió a Mateo con una caja llena de materiales de arte: pinturas, pinceles y papel.

Le dijo que podían pasar esos días haciendo dibujos juntos y así recordar todas las cosas divertidas que hacían en el jardín. Mateo se emocionó muchísimo y comenzaron a pintar juntos.

Hicieron dibujos de sus amigos del jardín, de los juegos que solían jugar y de todas las canciones que Mateo había aprendido. Cada día sin clases se convirtió en una oportunidad para imaginar, crear y recordar lo maravilloso que era ir al jardín.

Con el tiempo, Mateo descubrió que no importaba si tenía clases o no. Siempre podía encontrar una forma de divertirse y aprender algo nuevo. Gracias a mamá Viviana, esos días sin clases se volvieron igual de especiales que los días en el jardín.

Y así, Mateo aprendió la importancia de aprovechar cada momento al máximo y encontrar la alegría en las pequeñas cosas. Aprendió también que siempre hay formas creativas de superar cualquier obstáculo.

Desde aquel día, Mateo nunca más se sintió solo cuando no había clases en el jardín. Sabía que siempre podría contar con su imaginación y con mamá Viviana para hacer esos días tan especiales como cualquier otro.

Y así fue como Mateo siguió disfrutando del jardín junto a sus amiguitos, bailando, cantando y jugando todos los días. Porque la verdadera magia estaba en su corazón y en la compañía de quienes lo amaban.

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