The Magical Guillotine


Había una vez dos progenitores pelirrojos, Martina y Leandro, que vivían en un pequeño pueblo junto al mar. A pesar de ser pelirrojos, tenían características muy diferentes entre sí.

Martina era amable y siempre trataba de ver el lado positivo de las cosas, mientras que Leandro era más reservado y guardaba muchos sentimientos acumulados. Un día, mientras paseaban por la playa con su perro Lucas, encontraron una extraña guillotina abandonada en la arena.

Intrigados por su descubrimiento, decidieron llevarla a casa para investigar sobre su origen. A medida que examinaban la guillotina, Martina y Leandro comenzaron a discutir sobre quién debería quedarse con ella.

El odio comenzó a crecer entre ellos y cada uno empezó a decir mentiras para convencer al otro de que se merecían tenerla. Lucas, el perro fiel de la familia, se dio cuenta del conflicto entre sus dueños y decidió intervenir.

Con su lengua colgando fuera de su boca felizmente agitada su cola, trató de calmarlos moviendo sus patas delanteras como si estuviera bailando al ritmo de la música imaginaria que sonaba en sus oídos. "¡Paren! ¡Basta ya!" -ladró Lucas-.

"¿No ven cómo están lastimándose mutuamente? Ustedes son mi familia y los quiero mucho. No permitan que este objeto cause más daño". Martina y Leandro se miraron sorprendidos por las palabras del perro.

Se dieron cuenta de lo egoístas que habían sido al pelearse por algo tan insignificante. Se abrazaron y decidieron dejar la guillotina de lado. A partir de ese día, Martina y Leandro se esforzaron por ser más amables el uno con el otro.

Aprendieron a escucharse y a expresar sus sentimientos sin acumularlos. Descubrieron que las diferencias entre ellos eran enriquecedoras y que podían aprender mucho el uno del otro.

Con el tiempo, Martina decidió utilizar su amor por la música para enseñarle a Leandro cómo expresar sus emociones a través de ella. Juntos, cantaban canciones y bailaban como si fueran estrellas de mar en un océano lleno de alegría. La historia del conflicto con la guillotina quedó en el pasado, pero nunca fue olvidada.

Cada vez que surgía algún desacuerdo, Martina y Leandro recordaban lo difícil que había sido superarlo y se esforzaban aún más por mantener una comunicación abierta y sincera.

De esta manera, Lucas ayudó a sus dueños a entender que no importa cuán diferentes sean las personas, siempre hay espacio para la comprensión mutua y el crecimiento personal. Y así vivieron felices juntos, disfrutando cada momento como si fuera único e irrepetible.

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