The Naptime Adventure



Había una vez un nene llamado Mateo que vivía en una pequeña casa en el campo.

Era verano y hacía mucho calor, pero todos los días después del almuerzo, su mamá le decía: "Mateo, es hora de dormir la siesta". Pero a Mateo no le gustaba dormir la siesta en verano. Él prefería salir a jugar bajo el sol, correr por el jardín y explorar nuevos lugares.

Así que siempre se resistía y buscaba cualquier excusa para evitar ir a la cama. Un día, mientras Mateo trataba de convencer a su mamá de que no quería dormir la siesta, escuchó un ruido extraño proveniente del fondo del jardín.

Curioso como era, decidió investigar qué era lo que estaba pasando. Al acercarse al ruido, vio un grupo de hormigas trabajadoras llevando pequeñas semillas hacia un montículo de tierra. "¡Qué interesante!", exclamó Mateo sorprendido.

Se quedó observándolas durante un buen rato y se dio cuenta de lo organizadas y perseverantes que eran. De repente, una abeja voladora se posó cerca de él y le dijo: "Hola Mateo, veo que estás despierto durante la siesta.

¿Sabes por qué las hormigas trabajan tan duro?""No lo sé", respondió Mateo curioso. "Las hormigas saben que necesitan trabajar ahora para poder disfrutar más tarde", explicó la abeja sabiamente.

"Durante el invierno cuando hace frío afuera y no hay comida fácilmente disponible, ellas tienen suficiente almacenada en su montículo para sobrevivir". Mateo reflexionó sobre las palabras de la abeja y pensó en cómo las hormigas se esforzaban tanto para asegurarse de tener todo lo que necesitaban.

Comenzó a entender que la siesta no era solo un momento de descanso, sino también una oportunidad para recargar energías y prepararse para el resto del día. A medida que pasaba el tiempo, Mateo comenzó a apreciar cada vez más la importancia de dormir la siesta en verano.

Aprendió que descansar durante unas horas le daba más energía para jugar y explorar después. Además, se dio cuenta de que su mamá solo quería lo mejor para él y entendió que ella también necesitaba un descanso.

Desde aquel día, Mateo dejó de resistirse a la siesta. Se acostaba en su cama con una sonrisa en su rostro y disfrutaba del merecido descanso. Y cuando despertaba, estaba listo para vivir nuevas aventuras con toda su energía renovada.

Así, Mateo aprendió una valiosa lección: a veces es importante hacer cosas que no nos gustan mucho porque al final nos benefician. Ya sea dormir una siesta o realizar tareas escolares difíciles, siempre hay algo positivo detrás de ellas.

Y desde entonces, todos los días después del almuerzo, cuando su mamá le decía "Mateo, es hora de dormir la siesta", él respondía felizmente: "¡Sí mamá! ¡Voy corriendo!" Porque sabía que mientras descansaba estaría preparándose para vivir grandes aventuras en el maravilloso mundo del campo argentino.

FIN.

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