The Power of Love



Lisandro era un niño de cinco años, con rizos dorados y ojos brillantes. Desde que tenía uso de razón, le encantaba jugar a ser un superhéroe.

Con su capa roja amarrada al cuello y una sonrisa radiante en su rostro, se dedicaba a salvar el mundo imaginario. Sus tíos Nacho y Shei eran dos personas maravillosas que siempre estaban dispuestas a apoyar las locuras de Lisandro.

Nacho era un hombre alto y fuerte, con barba espesa y una risa contagiosa. Shei, por otro lado, era una mujer llena de energía y creatividad, con cabello azul vibrante que siempre llamaba la atención.

Un día soleado, mientras jugaban en el jardín trasero de la casa, Lisandro decidió crear su propio superpoder: el poder del amor. Convencido de que podía cambiar el mundo con solo abrazar a las personas tristes o enfadadas, se embarcó en una misión para demostrarlo.

Armado con sus súper abrazos mágicos y su capa voladora (que en realidad solo era una sábana vieja), Lisandro salió a explorar el vecindario en busca de alguien que necesitara su ayuda.

Mientras caminaba por las calles empedradas llenas de casitas coloridas, notó a doña Rosa sentada en un banco del parque llorando. Sin pensarlo dos veces, Lisandro corrió hacia ella y la envolvió en uno de sus cálidos abrazos. "No llores más, doña Rosa.

Yo estoy aquí para hacerte feliz", le dijo con una dulce voz. Doña Rosa, sorprendida por la ternura del niño, dejó escapar una sonrisa y le agradeció. "Gracias, Lisandro. Tu abrazo me ha alegrado el día". Lisandro continuó su misión de esparcir amor y felicidad por el vecindario.

Abrazó a los niños que jugaban en el parque, a los ancianos que caminaban despacio por las calles y hasta a los animales abandonados que encontraba en su camino.

Pero un día, mientras volvía a casa después de haber repartido muchos abrazos mágicos, Lisandro se encontró con algo inesperado. Vio a un grupo de niños mayores burlándose de un niño más pequeño llamado Martín. Martín era tímido y tranquilo, pero eso no significaba que mereciera ser tratado mal.

Sin dudarlo ni un segundo, Lisandro se acercó al grupo con determinación y les pidió que dejaran de molestarlo. "¡Dejen en paz a Martín! Todos merecen ser tratados con amabilidad", exclamó Lisandro valientemente.

Los niños mayores quedaron sorprendidos ante la valentía del pequeño superhéroe y decidieron retirarse sin decir una palabra más. Martín miró admirado a Lisandro y le dio las gracias tímidamente.

A partir de ese día, Lisandro comprendió que no solo podía cambiar el mundo con sus abrazos mágicos, sino también defendiendo lo justo y ayudando a quienes lo necesitaban. Con cada nueva aventura como superhéroe del amor, Lisandro aprendió importantes lecciones sobre empatía, valentía y respeto.

Y sus tíos Nacho y Shei siempre estuvieron a su lado, aplaudiendo cada uno de sus actos de bondad. Así, Lisandro demostró al mundo que no hace falta tener superpoderes extraordinarios para ser un verdadero héroe.

Basta con tener un corazón lleno de amor y la valentía suficiente para hacer lo correcto. Y así, el pequeño Lisandro siguió abrazando al mundo con su capa roja y su sonrisa radiante, recordándonos a todos que el amor es el superpoder más poderoso de todos. Fin.

FIN.

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