The Race of Dreams



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanos llamados Isolina y Feliciano. A Isolina le encantaba andar en bicicleta por todas partes, mientras que a Feliciano le apasionaban las motos.

Su papá tenía una moto grande y siempre la cuidaba con mucho cariño. Un día soleado, Isolina salió con su bicicleta rosa a dar un paseo por el vecindario. Llevaba puesto su casco rosa brillante para protegerse en caso de algún accidente.

Mientras pedaleaba felizmente, vio a Feliciano preparando su moto para salir a dar una vuelta. Isolina se acercó corriendo hacia él y exclamó: "¡Feliciano, quiero ir contigo en tu moto! Parece tan emocionante".

Feliciano sonrió y dijo: "Lo siento, Isolina, pero mi moto es demasiado peligrosa para ti. Pero no te preocupes, podemos encontrar otra forma de divertirnos juntos". Isolina se sintió un poco triste al principio, pero confiaba en que su hermanito encontraría algo especial para hacer juntos.

Ambos regresaron a casa pensando en nuevas ideas. Al llegar allí, encontraron a su papá limpiando su motocicleta.

Feliciano tuvo una idea brillante y dijo: "¡Papá! ¿Qué te parece si organizamos una carrera? Tú nos guiarás en tu moto mientras nosotros montamos nuestras bicicletas". El padre sonrió al escuchar la propuesta e inmediatamente aceptó el desafío. Al día siguiente, toda la familia se reunió en el parque del pueblo para la gran carrera.

Isolina y Feliciano estaban emocionados, listos para mostrar sus habilidades en dos ruedas. El padre se subió a su moto, mientras que los hermanos se colocaron sus cascos. La carrera comenzó y el padre lideraba el camino con su motocicleta.

Isolina pedaleaba lo más rápido que podía, pero Feliciano estaba muy cerca de ella. Ambos estaban disfrutando del viento en sus caras y la emoción de la competencia.

De repente, un obstáculo apareció en el camino: una colina empinada llena de piedras sueltas. Isolina se detuvo asustada al verlo, pero Feliciano no dudó ni un segundo y aceleró hacia arriba sin miedo alguno. Isolina miró a su valiente hermanito y decidió enfrentar su miedo también.

Con determinación, comenzó a pedalear con todas sus fuerzas hasta llegar a la cima. La multitud aplaudió emocionada al ver la valentía de ambos hermanos. Finalmente, llegaron a la meta donde su papá los esperaba con una sonrisa orgullosa en su rostro.

Los abrazó fuertemente y les dijo: "Hijos míos, hoy han demostrado que no importa si andan en bicicleta o en moto, lo importante es tener coraje para superar cualquier obstáculo".

Desde ese día, Isolina siguió disfrutando de sus paseos en bicicleta mientras Feliciano continuaba amando las motocicletas. Pero ahora sabían que podían compartir momentos especiales juntos sin importar cuál fuera su medio de transporte favorito.

Y así, los hermanos aprendieron que la verdadera diversión está en el amor por lo que hacen y en el apoyo mutuo. Juntos, descubrieron que no hay límites cuando se trata de alcanzar sus sueños y disfrutar de las cosas simples de la vida.

FIN.

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