The Rainbow Glasses
Había una vez una niña llamada Luisa que vivía en un pequeño pueblo. Desde que era muy pequeña, Luisa veía el mundo en blanco y negro.
Aunque disfrutaba de su vida y jugaba con sus amigos, siempre se preguntaba cómo sería ver los colores. Un día, mientras caminaban por el mercado del pueblo, Luisa vio unos lentes especiales en la tienda de antigüedades de la señora Rosa.
Eran unos lentes mágicos que prometían mostrarle a quien los usara todos los colores del arcoíris. Luisa no podía dejar de pensar en esos lentes mágicos y decidió pedirle a su madre si podían comprarlos.
Su madre, sabiendo lo importante que era para Luisa poder ver los colores, accedió sin dudarlo. Cuando llegaron a casa, Luisa se puso los lentes mágicos y miró a su alrededor.
¡Todo estaba lleno de color! Las flores eran tan hermosas como siempre había imaginado, el cielo era azul brillante y las frutas parecían más apetitosas que nunca. Luisa salió corriendo al jardín para compartir su descubrimiento con sus amigos. Se encontró con Martín, su mejor amigo desde la infancia.
Martín no entendía por qué Luisa estaba tan emocionada hasta que ella le prestó sus lentes mágicos. -¡Woah! -exclamó Martín asombrado-. Nunca había visto tantos colores antes. Martín comenzó a correr por todas partes emocionado por cada maravilla colorida que veía gracias a los lentes mágicos.
Luisa y Martín pasaron el día explorando su pequeño pueblo, admirando la belleza de los colores que antes desconocían. Sin embargo, mientras jugaban en el parque, un niño llamado Tomás se acercó a ellos.
Tomás era conocido por ser un poco travieso y siempre buscaba meterse con Luisa. Al ver los lentes mágicos, decidió arrebatárselos y corrió tan rápido como pudo. Luisa y Martín comenzaron a perseguirlo desesperadamente.
A medida que corrían, Luisa se dio cuenta de algo sorprendente: aunque no tenía los lentes mágicos puestos, ahora podía ver todos los colores a su alrededor. -¡Martín! ¡Los colores están aquí sin necesidad de los lentes! -gritó emocionada Luisa.
Ambos amigos detuvieron su persecución y miraron asombrados cómo todo seguía lleno de color incluso sin los lentes mágicos. Resultó que la experiencia de usar esos lentes especiales había abierto sus ojos a la belleza del mundo que siempre había estado ahí pero que ellos nunca habían apreciado.
Desde ese día, Luisa y Martín aprendieron a valorar cada matiz del mundo que les rodeaba. Ya no veían las cosas como antes; ahora veían un mundo lleno de vida y alegría en cada rincón.
Y así es como una simple aventura llevó a dos amigos a descubrir la magia oculta en su propio entorno.
A partir de ese momento, Luisa y Martín compartieron con otros niños lo maravilloso que era vivir en un mundo lleno de colores, donde cada día podían encontrar algo nuevo para admirar.
Y así, con la ayuda de los lentes mágicos y su valiosa experiencia, Luisa y Martín enseñaron a todos que el verdadero color de la vida se encuentra en aprender a apreciar las pequeñas cosas que nos rodean.
FIN.