The Subway Drivers Coke of Kindness
Había una vez un niño llamado Martín que vivía en la ciudad de Buenos Aires. A Martín le encantaba viajar en el subte, era su medio de transporte favorito.
Un día, mientras esperaba el tren, se dio cuenta de que tenía mucha sed. Recordó que había llevado consigo una botella de Coca-Cola y decidió abrirla para refrescarse. Justo cuando iba a darle un sorbo a su bebida, notó a un señor mayor sentado a su lado.
El señor parecía triste y pensativo. Martín decidió acercarse y ofrecerle una parte de su Coca-Cola. "Señor, ¿quiere tomar algo? Tengo una Coca-Cola para compartir", dijo Martín con amabilidad.
El señor levantó la cabeza y miró al niño con gratitud en sus ojos arrugados. "Gracias, mi joven amigo. Me vendría bien tomar algo fresco. "Martín sonrió y le entregó la botella al señor. "Aquí tiene, es muy refrescante".
El señor dio un sorbo largo y profundo mientras cerraba los ojos disfrutando del sabor dulce y burbujeante. "¡Ah! Qué delicia, gracias por tu generosidad". "De nada, señor", respondió Martín contento. Mientras ambos compartían la Coca-Cola, comenzaron a hablar sobre sus vidas.
El señor se llamaba Don Ernesto y resultó ser un veterano maquinista jubilado del subte. Contaba historias emocionantes sobre cómo conducía los trenes antes de retirarse.
Martín quedó fascinado con las anécdotas de Don Ernesto y le contó sobre su sueño de convertirse en maquinista algún día. Don Ernesto sonrió y dijo: "Martín, nunca pierdas de vista tus sueños. Siempre hay una forma de hacerlos realidad". Justo cuando terminaron de beber la Coca-Cola, el tren llegó a la estación.
Martín se despidió del señor y subió al vagón con una gran sonrisa en su rostro. Los días pasaron y Martín no dejaba de pensar en las palabras inspiradoras de Don Ernesto. Decidió investigar cómo podía cumplir su sueño.
Descubrió que había un programa para jóvenes interesados en ser maquinistas del subte. Martín se inscribió con entusiasmo y comenzó a tomar clases teóricas y prácticas sobre el funcionamiento del tren.
A medida que aprendía, más seguro estaba de que este era el camino correcto para él. Finalmente, después de mucho esfuerzo y dedicación, Martín logró obtener su licencia como maquinista del subte.
¡Su sueño se había hecho realidad! El día en que Martín condujo por primera vez un tren fue emocionante e inolvidable. Recordaba las palabras sabias de Don Ernesto mientras manejaba los mandos. "Nunca olvides tu generosidad ese día en el subte", pensaba Martín mientras avanzaba por los túneles oscuros.
A partir de ese momento, Martín se convirtió en uno de los mejores maquinistas del subte. Llevaba siempre consigo una botella fría de Coca-Cola para compartir con aquellos pasajeros que necesitaran refrescarse o simplemente necesitaran una palabra amable.
Martín aprendió que un pequeño gesto de generosidad y amabilidad puede marcar una gran diferencia en la vida de las personas.
Y así, cada día, mientras viajaba por el subte, Martín recordaba aquel encuentro especial con Don Ernesto y cómo una simple Coca-Cola había sido el inicio de su sueño hecho realidad. Y colorín colorado, esta historia del subte y la Coca-Cola ha terminado.
FIN.