The Wishful Journey


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Dulcevento, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día de verano, mientras paseaba por el parque, vio a lo lejos una carretilla de helados. Mateo se acercó corriendo y allí estaba Don Luis, el dueño del puesto de helados más famoso del pueblo. Don Luis tenía una sonrisa tan grande como su sombrero de chef.

- ¡Hola Mateo! ¿Qué te trae por aquí hoy? - saludó Don Luis con alegría. - Hola Don Luis, solo venía a dar una vuelta por el parque. Pero ahora que veo tus deliciosos helados no puedo resistirme - respondió Mateo con entusiasmo.

Don Luis le mostró todos los sabores: vainilla, chocolate, fresa y muchos más. Pero algo llamó la atención de Mateo: había un cartelito que decía "Helado Mágico".

- Oye Don Luis, ¿qué es ese Helado Mágico? - preguntó Mateo intrigado. Don Luis le explicó que el Helado Mágico era especial porque cada persona que lo comiera tendría la oportunidad de cumplir uno de sus deseos más grandes.

Pero había una condición: debías ser valiente para enfrentar los desafíos que vendrían después. Mateo pensó durante unos segundos y luego dijo decidido:- Quiero probar ese Helado Mágico y estoy dispuesto a enfrentar cualquier desafío. Don Luis sonrió orgulloso y le entregó el helado a Mateo.

El niño dio un gran mordisco y enseguida sintió una extraña sensación recorriendo todo su cuerpo. De repente, Mateo se encontró en medio de un bosque misterioso. No sabía cómo había llegado allí, pero recordó que debía ser valiente.

Comenzó a caminar entre los árboles altos y frondosos hasta que escuchó un ruido proveniente de detrás de unos arbustos. - ¿Quién está ahí? - preguntó Mateo con voz temblorosa.

- Soy el Duende Sabio del Bosque - respondió una pequeña criatura verde saliendo de su escondite. - Si quieres cumplir tu deseo, deberás resolver mi acertijo: "Cuando me nombras, desaparezco; cuando me callas, vuelvo a aparecer".

Mateo pensó durante un momento y luego exclamó emocionado:- ¡Es el eco! El Duende Sabio sonrió satisfecho y desapareció en una nube de humo. Mateo continuó su camino adentrándose cada vez más en el bosque. De pronto, se encontró frente a un gran río sin ningún puente para cruzarlo.

Pero no podía rendirse, así que mirando alrededor buscando soluciones, vio unas piedras flotantes más adelante. Con mucho cuidado, saltaba de piedra en piedra hasta llegar al otro lado del río. Cuando lo logró, escuchó una risa traviesa detrás de él.

- ¡Muy bien hecho! - dijo una ranita parlanchina mientras saltaba por las hojas secas. - Ahora responde a mi pregunta: "En la mañana camina con cuatro patas, al mediodía con dos y por la tarde con tres".

Mateo pensó rápidamente y respondió:- ¡Es el ser humano! En la mañana es un bebé gateando, al mediodía es un adulto caminando y por la tarde es un anciano usando un bastón.

La ranita aplaudió emocionada y se sumergió en el agua del río. Mateo siguió su camino a través del bosque hasta llegar a una cueva oscura. Al entrar en la cueva, vio que estaba llena de tesoros brillantes. Pero también había una enorme araña colgando del techo.

- ¿Quién eres tú? - preguntó Mateo temblando de miedo. - Soy Aracne, la guardiana de los tesoros - respondió la araña con voz suave.

- Si quieres llevarte uno de estos tesoros contigo, deberás demostrar tu valentía enfrentándome en una carrera hasta la salida de la cueva. Mateo respiró hondo y aceptó el desafío. Corrió tan rápido como pudo mientras evitaba las telarañas que Aracne tejía a su paso.

Al final, logró salir victorioso y eligió llevar consigo una pequeña gema azul brillante como recuerdo de su aventura. Cuando salió de la cueva, Mateo se encontraba nuevamente frente al puesto de helados de Don Luis.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y el niño se dio cuenta de que todo había sido un sueño muy realista. Don Luis lo miró sonriendo:- Veo que has tenido una gran aventura, Mateo.

¿Has cumplido tu deseo? Mateo miró la gema azul en su mano y respondió con una gran sonrisa:- Sí, Don Luis. He aprendido que ser valiente y enfrentar desafíos es lo que nos hace crecer y alcanzar nuestros sueños.

Desde aquel día, Mateo supo que siempre debía ser valiente y enfrentar los retos que se le presentaran en la vida. Y cada vez que comía un helado del puesto de Don Luis, recordaba aquella maravillosa aventura del Helado Mágico.

Y así, Mateo siguió viviendo nuevas aventuras mientras disfrutaba de los deliciosos helados de Don Luis en el pueblo de Dulcevento.

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