Thiago y Dairelis en la Gran Sabana
En un rincón del mundo, donde la Gran Sabana brillaba bajo el sol, vivían Thiago y Dairelis, dos amigos aventureros. Su hogar estaba rodeado de paisajes impresionantes, con ríos que danzaban alrededor de majestuosas montañas y el famoso Salto Ángel que caía como un río de cristal de las alturas.
Un día, mientras jugaban cerca de un río, Thiago miró a su amiga y dijo:
"¿Te imaginas cuántos secretos esconde nuestra tierra?"
Dairelis, con sus ojos brillando de emoción, respondió:
"¡Sí! ¡Me encantaría explorar hasta encontrar el Paraíso!"
Así que decidieron que ese sería el día de su aventura. Con una mochila llena de provisiones, mapas dibujados a mano y una brújula, comenzaron su viaje por los caminos serpenteantes de la Gran Sabana.
Mientras caminaban, encontraron a un grupo de indios que estaban recolectando frutas.
"¡Hola! ¿Pueden ayudarnos? Buscamos el Paraíso", preguntó Thiago con curiosidad.
Los indios sonrieron. Uno de ellos, llamado Imani, dijo:
"El Paraíso que buscáis no es un lugar físico, sino lo que lleváis en el corazón. Pero podemos enseñaros a encontrarlo si nos ayudáis a recolectar más frutas."
Thiago y Dairelis aceptaron encantados y, así, pasaron un tiempo con Imani y los demás, aprendiendo sobre las diferentes frutas y la importancia de cuidarlas.
Después de unas horas, se despidieron y continuaron su senda, hablando sobre lo que habían aprendido. Dairelis comentó:
"Quizás el Paraíso sea también compartir con los demás y aprender de ellos."
Thiago asintió y dijo:
"Sí, y la amistad es otro gran tesoro."
Al cruzar un río caudaloso, se encontraron frente a un pequeño desafío. La corriente era fuerte y sus pies apenas podían mantenerse en pie. Dairelis miró a Thiago con determinación:
"Juntos podemos lograrlo, ¿no crees?"
"¡Sí! Siempre juntos", respondió Thiago.
Así, se tomaron de la mano y, con cuidado, atravesaron el río. Una vez al otro lado, se sintieron victoriosos. Al subir una colina, se encontraron con una panorámica inigualable. El Salto Ángel se alzaba frente a ellos, y sus corazones se llenaron de asombro.
"¡Este debe ser el Paraíso!", exclamó Dairelis.
"Es hermoso, pero creo que el Paraíso está en los momentos que compartimos y en la naturaleza que nos rodea", reflexionó Thiago.
Cuando llegó la noche, se sentaron junto al fuego, contándose historias y riendo bajo un cielo estrellado. Thiago tomó una de las frutas que habían cosechado y compartió una con Dairelis.
"Agradezcamos por esta aventura", dijo él.
Dairelis lo miró y agregó:
"Y por tenernos el uno al otro. ¡Nuestra amistad es el mayor tesoro!"
La mañana siguiente, decidieron regresar a casa, llevando consigo no solo las frutas, sino también una nueva comprensión del mundo que los rodeaba.
"¿Volveremos a buscar el Paraíso?", preguntó Dairelis.
"Claro que sí, pero esta vez con nuestros amigos", respondió Thiago.
Así, aprendieron que el verdadero Paraíso no es un destino, sino el camino que recorren, las experiencias vividas y las relaciones forjadas en su viaje.
Cuando regresaron, miraron atrás a la Gran Sabana y sonrieron, sabiendo que siempre habría nuevas aventuras por descubrir, y que el Paraíso estaba en su interior, en la amistad y el amor por la naturaleza.
FIN.