Thiago y el Gran Taller de Compañerismo
Era un hermoso día en el colegio San Martín, y Thiago, un niño curioso y amable, estaba emocionado por el gran taller que se llevaría a cabo esa tarde. La profesora Ana había organizado una actividad para que todos los chicos aprendan sobre la importancia del compañerismo.
"Hoy vamos a construir algo juntos, chicos", dijo la profesora sonriendo. "Seremos un equipo y aprenderemos a ayudarnos unos a otros".
Thiago miró a su alrededor. Sus compañeros, aunque emocionados, parecían un poco nerviosos. Lo que no sabían era que esta actividad iba a cambiar su manera de ver el trabajo en equipo.
La profesora les contó que iban a hacer un mural en equipo. Cada uno debía aportar una parte que simbolizara a su mejor amigo. La idea era que el mural representara la unión y la diversidad del grupo.
"Yo voy a hacer una gran estrella por mi amigo Facu, porque brilla mucho en el fútbol", dijo Tomás.
"Yo haré una mariposa por Sofía, porque es muy creativa", sumó Ana.
Thiago pensó por un momento y, con una gran sonrisa, exclamó:
"¡Yo quiero hacer un corazón grande para mis amigos! ¡Porque los quiero a todos!".
La profesora Ana se sintió muy orgullosa de la idea de Thiago. Dividieron el trabajo y comenzaron a crear. Sin embargo, a medida que avanzaba el taller, algunos chicos empezaron a tener diferencias.
"¡Esto no va a quedar bien así!", protestó Lucas. "¡Deberíamos hacer las cosas a mi manera!"
"Pero tu manera no es la única, Lucas!", respondió Sofía. "Podemos combinar las ideas".
Thiago, viendo cómo la situación se tensaba, se acercó a sus amigos:
"Chicos, ¿por qué no tratamos de escuchar lo que cada uno quiere? Gritar no nos ayudará a hacer un buen mural".
Al principio, no todos lo escucharon, pero algo en su voz suave y su mirada sincera hizo que se detuvieran a pensarlo. Luego de unos momentos de silencio:
"Tenés razón, Thiago. Tal vez deberíamos hacer una lluvia de ideas", sugirió Ana.
Así, se sentaron todos juntos en círculo y cada uno expuso sus ideas. Pronto, comenzaron a unir los conceptos, y cada uno se sintió parte importante del proceso. Thiago sugirió:
"Hagamos un gran mural donde cada parte que hacemos esté interconectada, como nosotros".
La tarde avanzaba y con el esfuerzo de cada uno, el mural tomó vida. Era un espectáculo de colores y formas que representaba a cada niño en su esencia.
Al final del día, cada uno se miraba y sonreía al ver lo que habían creado.
"¡Es hermoso!", dijo Tomás, admirando su trabajo.
La profesora Ana observaba con orgullo:
"Esto no es solo un mural, chicos. Ustedes aprendieron a trabajar juntos, a escuchar y a valorarse como equipo. Eso es el verdadero compañerismo".
Delante de ellos se erguía el mural, lleno de brillo y colores, pero más que eso, lleno de amor y respeto.
Sin embargo, al día siguiente, algo inesperado sucedió. Durante el recreo, Lucas tropezó con una pelota y cayó al suelo, lastimándose un poco.
"¡Ay!", gritó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Thiago, que estaba cerca, se acercó rápidamente.
"¡Lucas! ¿Estás bien? Déjame ayudarte".
Los demás también se acercaron, y juntos comenzaron a consolar a Lucas.
"No te preocupes, Lucas. Todos estamos aquí para ayudarte", dijo Sofía con dulzura.
Lucas, sintiéndose un poco mejor por el cariño de sus compañeros, sonrió.
"Gracias, amigos. Me siento mejor estando juntos".
En los días que siguieron, el compañerismo de Thiago y sus amigos se hizo más fuerte. Se dieron cuenta de que con empatía y respeto podían superar cualquier obstáculo, incluso las pequeñas diferencias que a veces surgen.
Y así, aquel taller se convirtió en el recuerdo de un lindo momento, pero más importante, en el inicio de una gran amistad que les enseñó a todos el verdadero valor de trabajar juntos y apoyarse, creando lazos que perdurarían más allá del colegio.
Ellos nunca olvidaron que cuando uno ayuda al otro, el resultado siempre es mucho mejor, no solo en el mural, sino en la vida misma.
FIN.