Thiago y el Misterio de la Palabra Perdida
Era un día soleado en la escuela de Thiago, un pequeño de 9 años que cursaba 3d. Le encantaba ir a la escuela, especialmente las clases de matemáticas, donde se sentía como un verdadero detective resolviendo enigmas numéricos. Sin embargo, no podía decir lo mismo de las clases de lengua.
Mientras caminaba hacia la escuela, Thiago pensaba en sus amigos y en lo divertido que sería jugar al fútbol en el recreo. Aun así, no podía evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en la clase de lengua que lo esperaba.
Al entrar al aula, su maestra, la señorita Valeria, les dio una noticia emocionante.
"¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a tener una actividad especial. Tendremos un concurso de ortografía y el ganador se llevará un gran premio. " - anunció con una sonrisa.
Thiago se sintió un poco desanimado.
"Pero a mí no me gusta la lengua. ¡Es tan difícil!" - susurró a su amigo Lucas, quien siempre había sido muy bueno en esa materia.
"No te preocupes, Thiago. A veces, en lo que menos nos gusta, podemos encontrar sorpresas" - le respondió Lucas.
Al pasar de los días, la emoción por el concurso creció. Thiago decidió que quería intentarlo.
"Voy a practicar, tal vez pueda ser bueno en esto de la lengua también" - se dijo a sí mismo.
Así que, después de la escuela, Thiago empezó a estudiar con la ayuda de su mamá.
- “Mamá, ¿me podés ayudar a practicar ortografía? Quiero participar en el concurso” - le pidió Thiago.
- “Claro, Thiago. Recuerda que la práctica hace al maestro” - le respondió su mamá con entusiasmo.
Cada tarde, después de hacer la tarea de matemáticas, Thiago se sumergía en un mundo de palabras. Descubrió que escribir pequeñas historias era divertido, y empezaba a disfrutar mucho más la lengua.
Finalmente, llegó el día del concurso. Thiago estaba nervioso, pero decidido. Cuando le tocó participar, pronunció su palabra y con una gran voz dijo:
"Escribo... romántico...!" - y sonrió.
El concurso tuvo varios desafíos y, para su sorpresa, Thiago se encontró con que podía recordar las palabras que había estudiado.
"¡No puedo creerlo! ¡Lo estoy haciendo bien!" - exclamó, lleno de emoción.
Al final del concurso, la señorita Valeria anunció al ganador.
- ”Y el premio es para... ¡Thiago!" - Todos aplaudieron.
- “¿Yo? ¡No puede ser! ” - gritó Thiago, asombrado.
La maestra le entregó un libro de aventuras como premio.
"Este libro es solo el comienzo, Thiago. Recuerda que el conocimiento es un viaje en el que siempre hay algo nuevo por descubrir" - le dijo con una sonrisa.
Desde ese día, Thiago no solo se volvió mejor en lengua, sino que también aprendió que describir sus aventuras con palabras era tan emocionante como resolver problemas en matemáticas.
Así, cada vez que pasaba por la clase de lengua, le dedicaba una sonrisa porque había reconocido que, a veces, lo que no nos gusta puede convertirse en un gran tesoro. Y en el recreo, compartía sus historias con los amigos, disfrutando de ser un gran narrador.
FIN.