Thiago y el Misterio de las Palabras Perdidas
Era un día soleado en la escuela de Thiago. Las risas y los juegos en el recreo resonaban en el aire mientras él y sus amigos correteaban por el patio. Aunque se divertía mucho, Thiago tenía un pequeño secreto: la lengua no le gustaba nada.
Después de que el timbre sonó, entraron al aula. La profesora Ana, siempre con una gran sonrisa, interrumpió el murmullo de los alumnos:
"Chicos, hoy vamos a trabajar en un proyecto muy especial. ¡Se trata de crear una historia!"
Los ojos de Thiago se oscurecieron un poco al escuchar la palabra 'historia'. No le gustaba eso de escribir.
"No me gusta la lengua, me aburre..."
Su amigo Lucas, que siempre estaba a su lado, lo miró con curiosidad.
"Pero Thiago, ¡es una aventura! Cuando escribís, podés crear mundos, personajes y situaciones increíbles. ¡Es como ser el director de tu propia película!"
Thiago pensó en eso y se dio cuenta de que Lucas tenía razón. Decidió intentarlo. Sin embargo, había un problema: las palabras en su mente parecían esconderse como si jugaran al escondite.
Más tarde ese día, mientras Thiago regresaba a casa, vio algo brillante en el parque. Se acercó y encontró un antiguo libro de cuentos. La tapa tenía un diseño muy colorido, y decía: "Las palabras perdidas". Sin pensarlo, lo llevó a casa.
Al abrirlo, se dio cuenta de que las páginas estaban en blanco, pero había un mensaje escrito en el borde:
"Estas palabras han decidido ocultarse. Solo el que se atreva a buscarlas las encontrará nuevamente".
Thiago, intrigado, comenzó a buscar palabras. Decidió que iba a escribir su propia historia y que se las iba a contar a su clase. Así que cada día, después de las clases, recorría el parque donde había encontrado el libro, buscando las palabras. En cada rincón, escuchaba fragmentos de historias y veía imágenes en su mente que lo inspiraban.
Un día, mientras pensaba en su historia, se encontró con una niña llamada Sofía, que estaba dibujando en su cuaderno.
"Hola, ¿qué haces?"
"Dibujo personajes para una aventura. ¿Y vos?"
"Busco palabras perdidas para contar una historia".
Sofía se interesó y le preguntó:
"¿Por qué no escribimos juntos? Podríamos crear algo increíble."
Thiago dudó, pero decidió intentarlo. Juntos comenzaron a construir una historia sobre un valiente caballero y una princesa aventurera. Las palabras comenzaban a fluir y Thiago se dio cuenta de que no era tan difícil.
Poco a poco, las páginas del libro empezaron a llenarse. Thiago se sorprendió de lo mucho que disfrutaba. Al final de la semana, tenían una historia completa.
El día de la presentación, Thiago se sintió nervioso. Pero mientras leía en voz alta, se dio cuenta de que había pasado a ser el director de su propia historia, y las palabras que una vez le parecieron esquivas, ahora llenaban su corazón de emoción.
Al terminar, el aula estalló en aplausos.
"¡Bravísimo, Thiago!"
"¡Esa fue una historia increíble!"
La profesora Ana, emocionada, se acercó:
"Thiago, has demostrado que con un poco de esfuerzo y creatividad, hasta lo más difícil puede volverse una aventura maravillosa. Estoy muy orgullosa de vos."
Desde ese día, Thiago ya no temía a la lengua y descubrió que cada palabra tenía su propia historia. Y cada recreo también se llenó de nuevas ideas y risas.
A partir de ese momento, Thiago y Sofía siguieron escribiendo juntos, creando relatos que llenaban no solo su cuaderno, sino también el corazón de quienes los leían.
FIN.