Thiago y la carrera de carritos



Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, un niño llamado Thiago que desde que nació el 12 de febrero demostró un amor inmenso por los carritos.

Desde que era un bebé, sus ojos se iluminaban al ver pasar un auto de juguete y su risa era contagiosa cada vez que alguien le regalaba uno. A medida que fue creciendo, su pasión por los carritos se hizo aún mayor.

Pasaba horas jugando con ellos, imaginando carreras increíbles y construyendo pistas fantasiosas en el jardín de su casa. Pero un día, Thiago se dio cuenta de que para tener una verdadera carrera de carritos, necesitaba la ayuda de sus amigos.

"Amigos, quiero hacer una carrera de carritos en el jardín de casa. ¿Quiénes se suman?" -preguntó Thiago con entusiasmo. "¡Yo!" -exclamó Martina. "¡Yo también!" -dijo Franco. "¡Y yo!" -agregó Sofía. Juntos, planearon la carrera perfecta. Diseñaron pistas con obstáculos emocionantes, calcularon distancias y eligieron los carritos más veloces.

El gran día llegó y la emoción se sentía en el aire. Cada participante preparó su carrito con cuidado, asegurándose de que estuviera en perfectas condiciones para la gran carrera.

El sonido del "¡Listos, preparados, ya!" resonó en el jardín y los carritos salieron disparados por la pista. Fue una competencia reñida, llena de risas y emoción.

Los amigos de Thiago demostraron ser excelentes pilotos de carritos, pero al final, fue Thiago quien cruzó la línea de meta en primer lugar, seguido muy de cerca por Martina, Franco y Sofía. Todos se abrazaron y se felicitaron, sintiéndose orgullosos de sus logros. Desde ese día, Thiago y sus amigos organizaron muchas más carreras de carritos, fortaleciendo su amistad y creando recuerdos imborrables.

Y así, Thiago comprendió que la verdadera diversión no solo está en jugar con sus carritos, sino en compartir esa pasión con quienes lo rodeaban.

A partir de ese momento, cada vez que veía un carrito, recordaba el increíble día de la gran carrera y sonreía con alegría. Porque la amistad y la diversión son el combustible que impulsa las carreras más emocionantes, y Thiago lo sabía muy bien.

FIN.

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