Tía Tati y los ositos del picnic



En un pequeño pueblo llamado Villa Feliz vivía una familia muy especial. Estaba compuesta por papá Juan, mamá Laura, los hermanos Tomás y Sofía, y la tía Tati. Todos eran muy unidos y se querían con locura.

Un día, la tía Tati decidió organizar un picnic en el campo para disfrutar de la naturaleza y pasar tiempo juntos.

La familia estaba emocionada con la idea y rápidamente se pusieron manos a la obra para preparar todo lo necesario. El día del picnic llegó y todos estaban felices de estar al aire libre rodeados de árboles, pájaros cantando y el sol brillando en lo alto.

Se instalaron en un lindo lugar cerca de un arroyo y comenzaron a comer las deliciosas viandas que habían preparado. -¡Esto está riquísimo! -exclamó Tomás mientras mordía un sándwich. -Sí, la tía Tati siempre hace las mejores comidas -agregó Sofía con una sonrisa.

De repente, mientras jugaban a la pelota, escucharon unos ruidos extraños provenientes del bosque cercano. La tía Tati les pidió que se quedaran donde estaban mientras ella iba a investigar qué sucedía. La valiente mujer caminó hacia el bosque sin dudarlo ni un segundo.

Pronto descubrió que era una mamá oso junto a sus dos cachorros los que estaban haciendo esos ruidos. La mamá oso parecía nerviosa y asustada. Sin pensarlo dos veces, la tía Tati decidió acercarse lentamente a ellos para calmarlos.

Con movimientos suaves y palabras amables logró tranquilizar a la mamá oso, quien le mostró que uno de sus cachorros tenía una pata lastimada.

La tía Tati recordó que había traído consigo un botiquín de primeros auxilios en su mochila y rápidamente curó la herida del pequeño oso. La mamá oso le miraba con gratitud en sus grandes ojos oscuros. Al regresar al lugar donde estaba su familia, todos estaban preocupados por ella.

Sin embargo, al verla llegar ilesa junto a los ositos, quedaron sorprendidos pero también admirados por su valentía y bondad hacia los animales. -¡Tia Tati es increíble! ¡Salvaste a una familia de osos! -exclamaron Tomás y Sofía emocionados. -Uno nunca sabe cuándo puede necesitar ayuda...

hay que estar siempre dispuesto a ayudar -respondió humildemente la tia Tati con una sonrisa en el rostro.

Esa tarde volvieron a casa con el corazón lleno de alegría por haber vivido una aventura inolvidable gracias a la valentía e inspiración de la tia Tati. Desde ese día, aprendieron que siempre hay que estar dispuestos a tender una mano amiga cuando alguien lo necesita, sin importar quién sea esa persona o animalito indefenso.

FIN.

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