Tian y el secreto del fútbol
En el pequeño pueblo de Torrelles, donde las montañas se alzan majestuosamente y las flores silvestres pintan el paisaje, vivía un niño llamado Tian. Tenía seis años, una sonrisa contagiosa y una gran curiosidad por descubrir el mundo que lo rodeaba. Pero había algo que Tian siempre había querido aprender: ¡a jugar al fútbol!
Un día, mientras caminaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando con una pelota. Su corazón latía fuerte al ver cómo corrían, reían y hacían goles. "¡Yo también quiero jugar!", pensó. Sin pensarlo dos veces, Tian se acercó tímidamente al grupo.
"Hola, yo soy Tian. ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con un hilo de voz.
Los niños lo miraron de arriba abajo. Uno de ellos, llamado Mateo, se adelantó y dijo:
"Claro, pero ten cuidado, somos casi profesionales. ¿Sabés jugar?"
Tian sonrió nerviosamente. No había jugado nunca, pero no quería decepcionarlos.
"No, pero quiero aprender!" - respondió con determinación.
Mateo se rió un poco, pero luego, al ver los ojos brillantes de Tian, decidió darle una oportunidad.
"Está bien, ¡te enseñaremos!" - dijo Matteo.
Esa tarde fue mágica. Los niños le enseñaron a pasar la pelota, a driblar y a patear. Aunque al principio se cayó varias veces, no se desanimó y se levantó rápidamente, sacudiéndose la tierra de la rodilla y riendo.
"¡Eso fue divertido!" - exclamó Tian, mientras corría tras la pelota que había rodado lejos. Los demás niños comenzaron a aplaudirlo, alentándolo a seguir jugando.
Con el pasar de los días, Tian se unió al grupo cada tarde. Cada vez que lograba hacer un pase o un pequeño gol, celebraba como si hubiera ganado la Copa del Mundo. Pero había un pequeño problema: un niño llamado Lucas siempre le decía que no sabía jugar bien y que lo hacía mal.
"Eres un desastre, Tian. Mejor no juegues con nosotros" - decía Lucas, riéndose de una manera burlona.
Esto hizo que Tian se sintiera triste, pero sus nuevos amigos lo animaban a no rendirse.
Un día, la maestra de la escuela les anunció una gran competencia de fútbol en el pueblo. Todos estaban emocionados, incluidos Tian y sus amigos.
"¡Tenemos que formar un equipo!" - dijo Mateo emocionado.
"Sí, ¡nosotros podemos ganar!" - agregó una niña llamada Clara.
Tian, aunque un poco nervioso, se unió a la conversación.
"¿Puedo ser parte del equipo?" - preguntó con una voz esperanzada.
"Por supuesto, Tian. Mientras practiques, serás una buena incorporación" - respondió Clara.
Sin embargo, el día del partido, Lucas empezó a burlarse de Tian nuevamente.
"¿Qué vas a hacer tú en el equipo? Te vas a caer y nos vas a hacer perder" - dijo Lucas cruzándose de brazos.
Tian sintió que su corazón se hundía, pero recordó las palabras de sus amigos y decidió no dejarse llevar por los comentarios despectivos. "No se trata de ganar, sino de divertirse y aprender" - meditó.
Llegó el gran día. El campo estaba lleno, y había una energía vibrante en el aire. Los team estaban formados y cada jugador tenía un plan. Cuando empezó el partido, todos corrían tras el balón, pero al poco tiempo, el equipo de Lucas empezó a tener problemas. Se dieron cuenta de que necesitaban a más jugadores en el campo. Tian se sentía nervioso, pero con un profundo respiro, se unió a la jugada.
"¡Pasame la pelota!" - gritó Tian, corriendo hacia el área.
Mateo, quien estaba con la pelota, le pasó el balón. Tian, con un poco de miedo pero mucha emoción, pateó con todas sus fuerzas y… ¡gol! La pelota entró directo al arco. El estadio estalló en aplausos. Todos estaban asombrados, incluso Lucas.
"¡No lo puedo creer! ¡Tian ha hecho un gol!" - gritó Clara.
Tian sonrió como nunca. Comprendió que el valor de jugar no solo estaba en ganar, sino en disfrutar con sus amigos. Después del partido, Lucas se acercó a Tian, se rascó la cabeza y dijo:
"Perdón, Tian. Te subestimé. Eres buen jugador. ¿Quieres ser amigo?"
Tian, disfrutando de su victoria y del compañerismo, respondió:
"Claro, todos podemos mejorar juntos. ¡Seamos un gran equipo!"
Desde ese día, no solo Tian aprendió a jugar al fútbol, sino que también forjó nuevas amistades y dejó atrás sus inseguridades. Juntos, formaron un equipo como nunca antes, donde todos se apoyaban y se divertían. Torrelles resonaba con risas y goles, y Tian se convirtió en un ícono de alegría y compañerismo en su querido pueblo.
Y así, aprendiendo a jugar, Tian no solo hizo un gol, sino que hizo amigos para toda la vida.
FIN.