Tiki, el duende transformador
Lalo era un niño muy travieso, siempre enojado y con mal genio. Se le olvidaban las cosas, lo regañaban constantemente y parecía que todo le salía mal.
Vivía con sus papás y su hermanito Isaac, a quien quería mucho a pesar de que a veces también se enojaba con él. Un día, Lalo estaba castigado por haberse portado mal en la escuela. No podía jugar videojuegos en el teléfono de su mamá ni ver televisión.
Estaba aburrido y molesto porque no sabía qué hacer sin sus juegos. Una tarde, mientras estaba sentado en su habitación pensando en lo injusto que era estar castigado, escuchó un ruido extraño proveniente del armario.
Se acercó lentamente y abrió la puerta con cuidado. Para su sorpresa, ¡había un pequeño duende verde dentro!"¡Hola Lalo! Soy Tiki, el duende de la alegría", dijo el duende con una sonrisa brillante.
Lalo se quedó boquiabierto al ver al simpático duende y le preguntó curioso: "¿Qué haces aquí?""He venido a ayudarte a encontrar la alegría en tu corazón", respondió Tiki. Lalo no entendía muy bien lo que significaba eso de encontrar la alegría, pero decidió seguirle el juego al duende.
Durante los siguientes días, Tiki enseñó a Lalo juegos divertidos para jugar sin necesidad de tecnología: escondidas en el jardín, carreras de caracoles e incluso construir una casa para insectos amigables del patio.
Poco a poco, Lalo fue dejando atrás su mal genio y encontrando diversión en las cosas simples de la vida.
Un día, mientras jugaban juntos al escondite cerca del árbol más grande del jardín, Lalo le confesó a Tiki: "Gracias por enseñarme que hay muchas formas de divertirse sin necesidad de tener un teléfono o videojuegos". Tiki sonrió satisfecho y le dijo: "Recuerda que la verdadera felicidad está dentro de ti; solo debes aprender a verla".
Desde ese día, Lalo empezó a apreciar más los momentos junto a su familia y descubrió que no necesitaba estar siempre jugando con dispositivos electrónicos para ser feliz. Aprendió a controlar su temperamento y valorar las pequeñas cosas que antes pasaba por alto.
Así, gracias a la ayuda del mágico duende Tiki, Lalo se convirtió en un niño más tranquilo y risueño que disfrutaba cada momento como una aventura especial junto a quienes más quería.
Y aunque tuviera altibajos como cualquier niño normal, ahora sabía cómo encontrar la alegría en medio de cualquier situación difícil.
FIN.