Tilín y la Gran Carrera de Pelotas
En un soleado barrio de Buenos Aires, vivía un perrito llamado Tilín, que era famoso por ser el más juguetón de todos. Cada vez que veía una pelota, su colita se movía a mil por hora y sus patitas no podían resistir la tentación de jugar. Un día, mientras paseaba con su dueña, la pequeña Clara, se encontró con una enorme pelota roja en el parque.
"¡Mirá, Tilín!", gritó Clara emocionada. "¡Es una pelota gigante!".
Tilín empezó a correr alrededor de la pelota, moviendo su patita con destreza y tratando de empujarla. Pero de repente, un grupo de perros más grandes se acercó. El líder, un Rottweiler llamado Max, miró a Tilín de arriba a abajo y dijo:
"¿Qué hace este perrito pequeño jugando con nuestra pelota?".
Tilín, aunque un poco asustado, no se rindió. Con confianza, se acercó a Max y le respondió:
"Solo quería jugar con la pelota, es muy divertida".
Max, sorprendido por la valentía de Tilín, dijo:
"Hmm, bien, pero de una manera justa. ¡Te retamos a una carrera!".
Clara estaba asustada. No sabía si a su pequeño Tilín le iría bien contra perros más grandes. Pero Tilín, con su espíritu juguetón, saltó hacia adelante:
"¡Acepto el reto!".
Todos los perros se reunieron y formaron un círculo alrededor de la gran pelota. Max fue el encargado de dar la señal de partida.
"¡En tres, dos, uno... ya!".
Los perros comenzaron a correr, pero Tilín, aunque más pequeño, tenía algo especial: su rapidez y astucia. Al principio, se quedó un poco atrás, pero luego, usando su pequeño tamaño, zigzagueó entre los otros perros.
"¡Vamos, Tilín!", gritó Clara animándolo.
Con cada salto y movimiento, Tilín se acercaba cada vez más a la pelota. Cuando llegó a ella, hizo un giro ágil y comenzó a empujarla hacia la meta. Los otros perros se dieron cuenta de que el pequeño Tilín estaba logrando algo extraordinario.
Max, que al principio no le creía mucho, gritó:
"¡No puedo permitir que un perrito pequeño gane!" Y comenzó a correr más rápido, pero se olvidó de la técnica.
Tilín, al ver a Max tan cerca, recordó lo que le había enseñado Clara: "La clave no es solo ser rápido, sino también saber jugar bien."
Así que hizo un giro rápido y empujó con todas sus fuerzas, logrando llevar la pelota hasta la meta mientras todos los demás perros se distraían tratando de recuperar el paso.
"¡He ganado!", ladró Tilín con alegría.
Max, ya sin aliento y sorprendido, se acercó a Tilín y le dio una palmada en la espalda:
"No puedo creerlo, ¡sos el mejor! A veces, el tamaño no importa tanto como el corazón y la técnica".
Tanto Max como los otros perros aplaudieron a Tilín, quien ladro emocionado.
"¡Gracias a todos! Solo quería jugar y divertirme!".
Desde aquel día, Tilín y sus nuevos amigos organizaron carreras de pelotas cada semana. Se convirtieron en un gran equipo, donde todos jugaban y se divertían juntos. Clara, feliz por la amistad de su perrito, sonreía al ver que Tilín, no solo había ganado la carrera, sino también varios amigos.
La moraleja de la historia es que no importa el tamaño o la apariencia, lo que realmente cuenta es la valentía, la astucia y la diversión compartida. Por eso, cada vez que vean una pelota, no sólo jueguen, ¡hagan nuevos amigos!
- Fin -
FIN.