Timo y el Mundo de Colores
Había una vez un pequeño conejo llamado Timo que vivía en un mundo donde todo era de color blanco y gris. El cielo, las montañas, las flores... ¡todo era igual! Timo pasaba sus días saltando por el campo desértico de colores apagados, sintiéndose un poco diferente a los demás conejos que vivían en su hogar, ya que a ellos les resultaba más fácil socializar y jugar entre sí.
Un día, mientras exploraba una parte del campo que nunca había visitado, Timo se encontró con una extraña piedra brillante.
- ¿Qué será esto? - se preguntó Timo al acercarse.
Cuando la tocó, la piedra brilló intensamente y de repente, el mundo que lo rodeaba empezó a transformarse. Los colores comenzaron a surgir del suelo, del cielo y de las flores. ¡Rojo, azul, amarillo! Todo el paisaje se llenó de tonos vibrantes que nunca antes había visto.
- ¡Es increíble! - exclamó Timo, asombrado.
De pronto, un grupo de conejos de colores saltó a su alrededor.
- ¡Hola! ¿Eres nuevo por aquí? - preguntó una coneja de pelaje naranja, saltando emocionada.
- Sí, soy Timo - respondió tímidamente. - Vengo de un lugar… gris.
Los conejos se miraron entre sí, intrigados.
- ¡Nos encanta tu color gris! - dijo un conejo amarillo. - Es un color especial.
Timo no podía entenderlo.
- Pero yo no tengo colores como ustedes... - dijo con tristeza.
- Eso no importa - interrumpió la coneja naranja - Lo que importa es que eres tú, Timo. Tu manera de ver la vida es única.
Intrigado por lo que decían, Timo decidió unirse a ellos. Comenzaron juegos coreografiados en los cuales creaban historias con sus colores y vivían aventuras llenas de felicidad. Pero pronto, comenzó a notar que sus nuevos amigos a veces se desanimaban si no lograban algún truco.
- ¿Qué pasa? - preguntó Timo.
- No logramos hacerlo bien, debemos intentarlo de nuevo - dijo un conejo azul, sollozando.
- Ustedes son geniales solo por intentar - dijo Timo. - Sin importar los colores, lo hermoso es que están juntos.
Los conejos se miraron confundidos, pero luego sonrieron. Timo estaba empezando a entender que su visión del mundo, aunque gris, también contenía matices que no podían ver.
Con el tiempo, cada uno empezó a apreciar el aporte de Timo. Ellos aprendieron que no necesitaban ser perfectos y que los colores de su amistad eran más fuertes que cualquier decepción. Timo comprendió que estaba bien ser diferente y que su singularidad traía consigo una perspectiva valiosa.
Un día, mientras exploraban, descubrieron un lugar donde había un hermoso arco iris.
- ¡Mirá ese arco iris! - gritó la coneja de pelaje naranja emocionada.
- Sí - dijo Timo con una sonrisa. - Y aunque mi mundo sigue siendo gris, puedo verlo a través de todos ustedes y los colores que traen.
Desde aquel momento, Timo y sus amigos comenzaron a vivir muchas más aventuras, pintando su mundo con risas y alegría. Timo aprendió que, aunque la vida a veces parecía monótona, siempre había maneras de llenarla de color, especialmente cuando tenía amigos a su lado.
Y así, Timo el conejo gris se convirtió en un explorador de color, aportando su granito de arena al mundo de la alegría y la amistad.
Fin.
FIN.