Tita, la tortuga espacial



Había una vez en un bosque encantado, una tortuga llamada Tita que soñaba con ser astronauta y viajar a la Luna.

Desde pequeña, miraba al cielo todas las noches y se maravillaba con el brillo de aquel satélite tan lejano. Un día, decidió que haría todo lo posible para convertir su sueño en realidad. Se puso a estudiar sobre el espacio, los cohetes y la gravedad.

Consultó con los animales más sabios del bosque y se preparó físicamente para resistir las condiciones extremas del espacio. Tita trabajó duro, día tras día, practicando cómo moverse en gravedad cero y aprendiendo a manejar los controles de una nave espacial.

Muchos animales del bosque se burlaban de ella, diciéndole que era imposible que una tortuga llegara hasta la Luna. Pero Tita no se desanimaba. Con esfuerzo, constancia y perseverancia siguió adelante.

Un día, cuando ya estaba lista, construyó su propia nave espacial con materiales reciclados que encontró en el bosque. Al llegar la noche del gran lanzamiento, todos los animales del bosque se reunieron para ver partir a Tita hacia su destino. La tortuga subió a su nave con determinación y pulsó el botón de despegue.

La nave tembló un poco al principio, pero luego comenzó a elevarse lentamente hacia el cielo estrellado. Tita sentía emoción y miedo al mismo tiempo, pero no podía dejar de sonreír pensando en su sueño por cumplirse.

"¡Vamos Tita! ¡Estás cada vez más cerca!"- exclamaban los demás animales desde abajo mientras veían cómo la nave se perdía entre las estrellas.

De repente, un problema inesperado surgió en medio del viaje: un meteorito impactó contra la nave de Tita dañando parte de sus sistemas de navegación. La valiente tortuga tuvo que actuar rápido para repararlos antes de perder el rumbo hacia la Luna. Con ingenio y habilidad logró solucionar el inconveniente justo a tiempo.

Finalmente, después de horas interminables de viaje espacial, Tita divisó frente a ella el hermoso satélite lunar brillando en todo su esplendor. Con cuidado y precisión descendió hasta posarse suavemente sobre la superficie lunar.

Abrió la compuerta de su nave y dio unos cuantos pasos titubeantes fuera de ella hasta finalmente poder pisar aquella ansiada meta: ¡la Luna! Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras contemplaba emocionada aquel paisaje lunar tan diferente a todo lo conocido.

Había logrado cumplir su sueño gracias a su esfuerzo y determinación.

Desde entonces, cada vez que miraba al cielo nocturno desde la Tierra o desde cualquier otro lugar del universo donde explorara junto a sus amigos animales astronautas siempre recordaría aquella increíble aventura que vivió para demostrarle al mundo entero que con esfuerzo constancia y perseverancia ¡todo es posible!

FIN.

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