Tita, la tortuga valiente



Había una vez en un bosque encantado, una pequeña tirtuga llamada Tita. Tita vivía feliz en su caparazón, pero un día decidió que era momento de explorar el mundo y aprender cosas nuevas.

Así que, con mucho miedo pero también con emoción, decidió ir a la escuela por primera vez. Al llegar a la escuela, Tita temblaba de nervios. Nunca había estado rodeada de tantos animales desconocidos y altos edificios.

Se acercó lentamente al aula y allí encontró a la maestra Luna, una conejita muy dulce que notó enseguida lo asustada que estaba Tita. "¡Hola! ¿Eres nueva aquí?", preguntó la maestra Luna con una sonrisa cálida. "S-sí... soy Tita, la tirtuga", respondió tímidamente Tita.

La maestra Luna le dio la bienvenida y le presentó a sus compañeros de clase: Panchito el pajarito cantor, Lulú la mariquita curiosa y Rulo el erizo amistoso. Todos se acercaron a saludar a Tita con entusiasmo y simpatía.

"¡Hola, Tita! ¡Qué gusto tenerte aquí!", exclamaron los compañeros al unísono. Tita se sintió reconfortada por el recibimiento tan amable de todos. La maestra Luna les propuso hacer un juego para conocerse mejor y romper el hielo.

Pronto, entre risas y juegos, Tita empezó a sentirse más cómoda en su nuevo entorno. Los días pasaron y Tita fue descubriendo lo maravilloso que era aprender cosas nuevas en la escuela.

Aprendió sobre las estaciones del año con Panchito, descubrió secretos del jardín con Lulú e incluso aprendió cómo cuidar su caparazón correctamente gracias a los consejos de Rulo.

Poco a poco, el miedo de Tita se fue desvaneciendo gracias al apoyo incondicional de sus nuevos amigos y la dedicación amorosa de la maestra Luna. Un día, durante una excursión al río cercano, Tita se enfrentó a su mayor temor: nadar. "No puedo hacerlo... tengo miedo", murmuraba Tita mientras miraba el agua cristalina del río.

"Tranquila, amiga. Estamos contigo", dijo Lulú posándose delicadamente sobre su caparazón. Con valentía y confianza en sí misma, Tita dio un paso adelante y se lanzó al agua.

Para sorpresa de todos (y especialmente para ella misma), descubrió que sabía nadar instintivamente. La alegría invadió su corazón mientras chapoteaba felizmente entre sus amigos.

Al regresar a casa aquella tarde, cansada pero llena de felicidad por haber superado su miedo al agua, Tita reflexionó sobre todo lo aprendido en la escuela: no solo conocimientos académicos sino también lecciones importantes sobre amistad, valentía y autoconfianza.

Desde entonces, cada día en la escuela era una aventura emocionante para TIta; ya no tenía miedo porque sabía que siempre tendría cerca a sus amigos dispuestos ayudarla en cualquier desafío que se presentara. Y así fue como nuestra pequeña tirtuga aprendió que enfrentando nuestros miedos podemos descubrir habilidades ocultas dentro nuestro ser. Y colorín colorado este cuento ha terminado.

FIN.

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