Tita y la perla perdida



Había una vez en el océano un grupo de animales marinos que asistían a la Escuela del Arrecife. Entre ellos se encontraba una tortuguita llamada Tita, quien era muy inteligente y amable con todos sus compañeros.

Un día, mientras Tita nadaba felizmente hacia su clase, escuchó unos murmullos entre los peces. Al acercarse, notó que estaban señalando y riéndose de ella. Confundida y triste, Tita les preguntó qué sucedía.

-¡Ja ja! ¡Mira a la ladrona de perlas! -exclamó uno de los peces mientras señalaba a Tita. -¿Qué? ¿De qué están hablando? Yo no he robado nada -respondió la tortuguita sorprendida.

Los peces continuaron burlándose de Tita y le contaron que alguien había dicho que ella había robado la valiosa perla de la directora del colegio. Pero lo peor era que todos parecían creer en esa mentira sin siquiera cuestionarla. Tita se sintió muy mal por las burlas e injusticias que estaba viviendo.

Decidió buscar al pececito llamado Pepito, quien siempre estaba solo y también era objeto de risas por su amor a las verduras. Tita encontró a Pepito escondido detrás de unas algas llorando desconsoladamente.

Al verlo así, sintió empatía por él y decidió hablarle para consolarlo. -¡Pepito! ¿Qué te pasa? No deberías estar triste por lo que dicen los demás. Cada uno tiene gustos diferentes y eso nos hace especiales -dijo Tita con dulzura.

Pepito levantó la cabeza y miró a Tita sorprendido. Nunca antes alguien le había hablado con tanta amabilidad y comprensión. -¿De verdad crees eso? Siempre me han dicho que soy raro por gustarme las verduras, pero no puedo evitarlo, ¡me encantan! -confesó Pepito entre sollozos.

Tita sonrió y le dio un abrazo reconfortante. Luego, decidió confesarle lo que estaba sucediendo con las burlas hacia ella. -Pepito, hay algo importante que debo contarte. Me están acusando injustamente de haber robado la perla de la directora.

Pero yo sé que no lo hice, alguien más inventó esa historia para hacerme daño -explicó Tita mientras secaba las lágrimas de sus ojos.

Pepito se mostró asombrado ante tal revelación y decidió ayudar a su amiga tortuguita a descubrir quién estaba detrás de todo ese embrollo. Juntos comenzaron a investigar y recopilar pistas para demostrar la inocencia de Tita.

Descubrieron que el pececito Juanito había sido quien inventó toda la mentira porque sentía envidia del amor que todos tenían hacia él por su gusto por las verduras. Con todas las pruebas en mano, Tita y Pepito fueron a hablar con la directora del colegio para contarle toda la verdad.

La directora escuchó atentamente sus explicaciones y finalmente entendió lo ocurrido. La directora convocó una reunión con todos los animales marinos del colegio para aclarar la situación. Tita y Pepito contaron toda la verdad, y Juanito no pudo negarlo más.

Se disculpó por sus acciones y prometió aprender de su error. Desde ese día, las burlas hacia Tita y Pepito cesaron por completo. Todos aprendieron que cada uno tiene gustos diferentes, y eso es lo que nos hace únicos y especiales.

Tita se convirtió en una heroína para muchos animales marinos del colegio, quienes admiraban su valentía al enfrentar las injusticias. Además, ella y Pepito se volvieron grandes amigos inseparables.

La historia de Tita nos enseña que nunca debemos juzgar a alguien por los gustos o apariencias. Es importante ser amable con todos, ya que nunca sabemos cuánto podemos ayudar o inspirar a alguien simplemente con nuestras palabras y acciones.

FIN.

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