Tito, el Monstruo Honesto


Había una vez un bosque encantado donde vivían los monstruos más divertidos del mundo. Allí, en la escuela de Monstruos Divertidos, se reunían todos los días para aprender y jugar juntos. Un día, llegó un nuevo alumno al bosque.

Era un pequeño monstruo con muchas ganas de hacer amigos pero también estaba muy asustado por ser diferente a los demás. No sabía si sería aceptado por sus compañeros.

Los otros monstruos lo miraron con curiosidad al principio, pero pronto se dieron cuenta de que era muy amable y simpático. Le preguntaron su nombre y él respondió:- Hola, soy Tito. ¿Puedo jugar con ustedes? - ¡Claro que sí! -dijo el más grande de los monstruos-.

Aquí somos todos amigos. Desde ese día, Tito se convirtió en uno más del grupo. Jugaron a saltar charcos de barro, a perseguirse entre los árboles y a inventar canciones graciosas.

Pero un día todo cambió cuando descubrieron que alguien había robado las golosinas que habían llevado para compartir en el recreo. Todos estaban tristes porque no podían disfrutar de su comida favorita juntos.

- ¿Quién pudo haber sido? -se preguntaba el grupo mientras buscaban pistas por todo el bosque. Fue entonces cuando Tito recordó algo importante: había visto a alguien sospechoso cerca del lugar donde habían dejado las golosinas antes del recreo. - Creo que sé quién lo hizo -dijo Tito con voz temblorosa-.

Fui yo quien vi al ladrón escondiéndose detrás de un árbol. - ¿Cómo es posible, Tito? -preguntó uno de los monstruos-.

¿Por qué no nos dijiste nada antes? - Me daba miedo ser señalado como un chismoso -respondió Tito con tristeza en su voz. Los demás monstruos se quedaron en silencio por unos momentos. Se dieron cuenta de que habían sido injustos con Tito y que él había actuado por el bien del grupo.

Así que decidieron hacer algo para arreglarlo. Juntos, buscaron al ladrón y le pidieron que devolviera las golosinas. Al principio, el ladrón se negó a admitir su culpa pero finalmente cedió ante la presión del grupo.

Les devolvió todo lo que había robado y pidió disculpas por su mal comportamiento. Desde ese día, los monstruos aprendieron una gran lección sobre la amistad y la importancia de decir la verdad aunque tenga consecuencias difíciles.

También aprendieron a aceptar las diferencias entre ellos y valorar las cualidades únicas de cada uno. Tito se sintió muy feliz al ver cómo sus amigos lo incluyeron en el grupo y lo apoyaron cuando más lo necesitaba.

Y así, los Monstruos Divertidos continuaron jugando juntos y creciendo en amistad día tras día en el bosque encantado donde vivían felices para siempre.

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