Tito, el portero negro
Había una vez un gato negro llamado Tito que vivía en una pequeña casa en el barrio de San Telmo.
Tito era diferente a los demás gatos, ya que su mayor sueño no era dormir todo el día y jugar con pelotas de estambre, sino que quería ser como Messi y jugar al fútbol. Un día, mientras paseaba por la plaza Dorrego, Tito vio a un grupo de niños jugando al fútbol.
Se acercó cautelosamente y se sentó detrás del arco para observarlos jugar. Los niños notaron al gato y comenzaron a reírse. "Miren chicos, tenemos un portero nuevo", dijo uno de ellos burlándose.
Tito se sintió triste e incomprendido, pero no perdió la esperanza de algún día poder demostrarles lo buen jugador que podía llegar a ser. Esa misma noche, cuando todos los niños se fueron a dormir, Tito salió sigilosamente de su casa y fue hasta la cancha donde habían estado jugando.
Con mucho esfuerzo logró subir al arco más alto y comenzó a practicar sus habilidades como portero. Pasaron las semanas y Tito seguía entrenando todas las noches en secreto.
Hasta que un día los niños volvieron a jugar en la plaza Dorrego y esta vez había algo diferente: Tito estaba preparado para demostrar su talento. "Hey chicos, ¿puedo jugar con ustedes?", preguntó tímidamente el gato negro.
Los niños se miraron entre sí sin saber qué hacer, pero finalmente aceptaron darle una oportunidad. Y así comenzó el partido con Tito como portero. Al principio, los niños subestimaron al gato y lo atacaron con mucha fuerza, pero Tito estaba preparado.
Con sus rápidos reflejos logró detener todos los tiros que le llegaban y demostró ser un excelente portero. "Increíble, nunca vi a un gato jugar tan bien", dijo uno de los niños sorprendido.
A partir de ese día, Tito se convirtió en el portero oficial del equipo de la plaza Dorrego. Y aunque seguía siendo diferente a los demás gatos, ya no se sentía triste ni incomprendido porque había encontrado su verdadera pasión: el fútbol.
La moraleja de esta historia es que cada uno tiene talentos únicos y especiales que pueden ser desarrollados si nos esforzamos y creemos en nosotros mismos. Además, enseña la importancia de aceptar las diferencias y valorar a aquellos que son diferentes a nosotros.
FIN.