Tito y el hada de la amabilidad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Travesura, un niño muy travieso llamado Tito. Desde que nació, Tito siempre estaba metido en problemas. Le encantaba hacer travesuras y jugar bromas a todos los habitantes del pueblo.

Un día, Tito decidió gastarle una broma al señor Alfonso, el panadero del pueblo. Esperó escondido detrás de un árbol hasta que el señor Alfonso salió de su panadería con una bandeja llena de pan recién horneado.

En ese momento, Tito saltó frente al señor Alfonso y gritó: "¡Sorpresa!". El pobre hombre se asustó tanto que lanzó la bandeja por los aires y todos los panes cayeron al suelo.

- ¡Tito! ¡Eres un pilluelo! -exclamó el señor Alfonso mientras intentaba recuperar los panes. Tito se echó a reír sin parar y salió corriendo antes de que el señor Alfonso pudiera atraparlo. Pero lo que Tito no sabía era que esa travesura le traería consecuencias inesperadas.

Esa misma noche, mientras dormía en su habitación llena de juguetes rotos y dibujos en las paredes, Tito fue visitado por el hada madrina del pueblo.

El hada era conocida por castigar a los niños traviesos pero también por enseñarles lecciones importantes. - ¡Tito! -dijo el hada con voz suave pero firme-. Tus travesuras están lastimando a las personas de tu pueblo. Es hora de que aprendas a ser amable y considerado con los demás.

Tito despertó sobresaltado y vio al hada madrina flotando frente a él. Al principio quiso reírse y hacerle alguna broma, pero algo en la mirada seria del hada lo hizo contenerse. - ¿Qué quieres decir? -preguntó Tito con curiosidad.

El hada madrina le explicó que cada vez que él jugaba una broma pesada o hacía una travesura, lastimaba los sentimientos de las personas del pueblo.

Le mostró cómo el señor Alfonso se había sentido realmente asustado y avergonzado cuando él le había gastado aquella broma. - A partir de ahora -continuó el hada-, quiero que te esfuerces en hacer cosas buenas por los demás. Ayuda a tus vecinos, comparte tus juguetes y sé amable con todos.

Solo así podrás ganarte la verdadera alegría y amistad de quienes te rodean. Tito escuchaba atentamente las palabras del hada madrina y poco a poco fue comprendiendo la importancia de sus acciones en la vida de los demás.

Decidió cambiar su actitud traviesa por una más bondadosa y solidaria. A partir de ese día, Tito se convirtió en uno de los niños más queridos del pueblo.

Ayudaba al señor Alfonso en la panadería, compartía sus juguetes con los niños menos favorecidos y siempre tenía una sonrisa para regalar a todos aquellos que encontraba en su camino.

Y así, gracias a la enseñanza del hada madrina, Tito aprendió que ser bueno y generoso con los demás era mucho más gratificante que cualquier travesura o broma pesada. Y aunque conservaba su espíritu juguetón, ahora lo usaba para hacer reír a todos sin lastimar nunca más a nadie.

FIN.

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