Tito y la isla de la amistad
Había una vez, en un hermoso océano azul, una tortuga llamada Tito. Tito vivía feliz en su hogar submarino rodeado de peces y algas marinas. Sin embargo, sentía curiosidad por explorar más allá de las aguas que conocía.
Un día, mientras nadaba cerca de la costa, vio una pequeña isla cubierta de exuberantes plantas verdes. La curiosidad se apoderó de él y decidió acercarse para echar un vistazo.
Al llegar a la orilla, Tito salió del agua y comenzó a caminar por la isla. Quedó maravillado al descubrir flores coloridas y árboles frondosos que nunca había visto antes. Pero lo más sorprendente fue cuando encontró a un grupo de animales terrestres conversando entre ellos.
"- ¡Hola! ¿Quién eres tú?", preguntó una rana simpática llamada Renata. "- Soy Tito, una tortuga del mar", respondió emocionado el pequeño reptil acuático. Los animales quedaron asombrados al ver a una tortuga caminando sobre la tierra firme.
Se reunieron todos alrededor de Tito para escuchar sus historias sobre el océano y los tesoros submarinos. Tito estaba tan emocionado con su nueva amistad que decidió pasar más tiempo en la isla para aprender sobre el mundo terrestre.
Todos los días exploraba junto a sus amigos animales diferentes rincones del lugar: subían montañas, saltaban arroyos y disfrutaban del sol radiante. Sin embargo, aunque se sentía feliz con sus nuevos amigos, Tito empezó a extrañar su hogar en el océano.
Sentía nostalgia por las olas y los peces que solían ser su compañía. Una tarde, mientras contemplaba el mar desde la costa de la isla, un delfín llamado Daniel se acercó a él.
"- ¿Qué te pasa, Tito? Pareces triste", preguntó preocupado Daniel. Tito suspiró y respondió: "- Extraño mi hogar en el mar. He aprendido mucho aquí, pero siento que pertenezco al agua". Daniel sonrió comprensivamente y dijo: "- Entiendo cómo te sientes.
Pero recuerda que siempre puedes volver al océano cuando quieras. La amistad no tiene límites ni barreras geográficas". Las palabras de Daniel llenaron de esperanza a Tito.
Sabía que tenía razón y decidió que era hora de regresar a casa para compartir sus nuevas experiencias con los demás habitantes del océano. Con tristeza pero también con gratitud, se despidió de todos sus amigos terrestres y se sumergió nuevamente en el agua cristalina del océano.
A medida que nadaba hacia su hogar submarino, Tito sintió una mezcla de emoción y felicidad. Ahora sabía lo valioso que era tener amigos tanto en tierra como en el mar.
Desde ese día, Tito visitaba regularmente la isla para compartir historias sobre el mundo submarino con sus amigos terrestres. Y todos juntos comprendieron que aunque fueran diferentes en muchos aspectos, podían aprender unos de otros y vivir en armonía.
Y así fue como Tortuga Tito descubrió la importancia de la amistad y el valor de explorar nuevos lugares, sin olvidar nunca quién eres y dónde perteneces.
FIN.