Tito y la lección de solidaridad
Había una vez en un campo lleno de colinas verdes y flores de todos los colores, un pequeño tractorcito naranja llamado Tito. Tito era muy travieso y le encantaba jugar en el barro, por lo que siempre estaba sucio.
Un día, cansado de estar tan sucio, decidió que era hora de darse un buen baño. Tito se dirigió hacia el arroyo que cruzaba el campo y se sumergió en sus aguas cristalinas.
Se restregó con fuerza para quitar toda la suciedad y pronto quedó reluciente y brillante como el sol.
Al salir del agua, Tito vio a su padre, un tractor más grande y experimentado, quien le dijo: "¡Qué bien te ves cuando estás limpio, hijo! Ahora quiero enseñarte algo importante". Su padre le mostró cómo cambiar una rueda pinchada. Tito prestaba mucha atención y aprendió rápido.
Al día siguiente, mientras paseaba por el campo, Tito vio a un gran tractor de carga verde llamado Tractolón con una rueda pinchada. Tractolón llevaba una enorme carga de pelotas coloridas que debía repartir en las jugueterías del pueblo. Estaba desesperado porque no podía seguir su camino.
Tito se acercó a Tractolón y le dijo: "-Hola Tractolón, soy Tito. Veo que tienes un problema con tu rueda ¿Necesitas ayuda?". Tractolón respondió tristemente: "-Sí, Tito. No puedo moverme y estas pelotas deben llegar a tiempo a las tiendas".
Tito sonrió y dijo: "-No te preocupes, yo puedo ayudarte a repartir las pelotas mientras arreglas tu rueda". Así fue como Tito tomó parte de la carga de pelotas en su remolque y juntos emprendieron el camino hacia las jugueterías del pueblo.
Por cada tienda que visitaban, los niños salían corriendo emocionados al ver las pelotas coloridas que les traían los tractores. Después de haber repartido todas las pelotas, Tractolón logró arreglar su rueda gracias a la ayuda de Tito.
Estaba muy agradecido con él por haberle salvado el día. Desde ese momento, Tito entendió la importancia de ayudar a los demás en momentos difíciles y Tractolón aprendió la valiosa lección de contar con amigos dispuestos a brindar su apoyo desinteresadamente.
Y así, entre risas y juegos por el campo verde lleno de flores multicolores, la amistad entre estos dos tractores creció más fuerte cada día.
La moraleja es clara: nunca subestimes el valor de una buena acción ni tampoco dudes en pedir ayuda cuando la necesites; juntos podemos lograr grandes cosas. Y colorín colorado este cuento ha terminado ¡Que viva la solidaridad entre amigos!
FIN.