Tito y la melodía perdida



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Felicidad, un gatito muy especial llamado Tito.

Tito era conocido por todos en el pueblo como "El gatito bailarín", ya que cada día salía a la plaza principal y bailaba con gracia y alegría al ritmo de la música que imaginaba en su cabeza. Tito era muy feliz cuando bailaba, y su felicidad era tan contagiosa que todas las personas del pueblo se reunían para verlo danzar.

Todos los días, a la misma hora, Tito aparecía en la plaza con sus patitas ágiles y su cola esponjosa moviéndose al compás de la melodía invisible.

Un día, mientras Tito bailaba como de costumbre, un grupo de niños se acercó a él. Eran Lucas, Martina y Benjamín, tres amigos curiosos que querían saber más sobre el gatito bailarín. "¡Hola, Tito! ¿Por qué bailas todos los días?" -preguntó Lucas con una sonrisa.

Tito se detuvo unos instantes y miró a los niños con sus grandes ojos brillantes antes de responder:"Bailo porque la música me hace feliz. Cuando bailo siento que todo es posible y que nada puede entristecerme".

Los niños quedaron impresionados por las palabras del gatito bailarín y decidieron acompañarlo todos los días en su rutina de baile. Así, Lucas tocaba la armónica, Martina marcaba el ritmo con unas baquetas improvisadas y Benjamín tarareaba alegres canciones mientras Tito danzaba con más energía que nunca.

Días pasaron y la fama de Tito llegó más allá de las fronteras de Villa Felicidad. Personas de otros pueblos venían a ver al gatito bailarín y contagiarse de su alegría.

Sin embargo, una mañana gris, cuando Tito se preparaba para comenzar su baile diario, descubrió que ya no podía escuchar la música en su cabeza. "¿Qué me pasa? ¡No puedo encontrar mi melodía!", lamentó el gatito preocupado.

Los niños amigos de Tito notaron su tristeza y se acercaron para consolarlo:"Tranquilo, Tito. Estamos aquí para ayudarte a encontrar tu música otra vez", dijo Martina con dulzura.

Determinados a devolverle la felicidad al gatito bailarín, los niños buscaron por todo el pueblo instrumentos musicales e invitaron a músicos locales para tocar junto a ellos. La plaza principal resonó entonces con hermosas melodías mientras Tito intentaba recordar cuál era esa canción especial que lo hacía tan feliz. Fue entonces cuando Benjamín tarareó una vieja canción infantil que solían cantar juntos:"Tun-tun-tun-TUN-tun...

¡Es esta! ¡Es esta!" -exclamó emocionado Tito reconociendo al fin su melodía favorita. Con lágrimas de alegría en sus ojos, el gatito volvió a moverse con gracia entre los músicos improvisados mientras las personas aplaudían emocionadas.

Desde ese día en adelante, Tita siguió siendo conocido como "El gatito bailarín" pero ahora también como "El gato cuya alegría inspira a todos".

La historia del pequeño pero valiente animal enseñó a grandes y chicos del pueblo una importante lección: siempre hay una manera de superar los obstáculos si se cuenta con amigos dispuestos a ayudarnos; además nos recordó lo importante que es seguir nuestros sueños sin importar lo difícil o imposible parezca alcanzarlos.

FIN.

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