Tito y la pizza inclinada



Había una vez en la hermosa ciudad de Pisa, Italia, un simpático animalito llamado Tito. Tito era un perrito muy curioso y aventurero que siempre estaba en busca de nuevas experiencias.

Un día, mientras paseaba por las calles empedradas de Pisa, se encontró con una deliciosa pizza recién horneada que había caído de la mesa de un restaurante. Tito no pudo resistir la tentación y empezó a devorar la pizza con mucho entusiasmo.

El aroma del queso derretido y los tomates frescos llenaron su hocico y lo hicieron salivar aún más. Justo cuando estaba disfrutando de su festín improvisado, escuchó unas risas provenientes de unos niños que pasaban por allí.

"¡Mira ese perro tan gracioso comiendo pizza en la Torre Inclinada!", exclamó uno de los niños señalando a Tito. El pequeño grupo se acercó a Tito y comenzaron a acariciarlo mientras reían y le daban pedacitos de pizza.

Tito, encantado con tanta atención y cariño, movía su colita felizmente y compartía su comida con sus nuevos amigos. "¿Quieren subir a la Torre Inclinada?", propuso uno de los niños emocionados.

Sin dudarlo ni un segundo, todos se dirigieron hacia la famosa torre inclinada que se alzaba majestuosa frente a ellos. Subieron cada escalón riendo y jugando hasta llegar a lo más alto.

Desde allí tenían una vista espectacular del paisaje: las casitas coloridas, los campos verdes y el río serpenteante que cruzaba la ciudad. "¡Qué increíble es todo esto! Nunca olvidaré este día", expresó uno de los niños emocionado. Tito miraba maravillado el paisaje desde lo alto de la torre mientras saboreaba el último pedacito de pizza que le quedaba.

Se sentía pleno y feliz compartiendo aquel momento especial con sus nuevos amigos. De repente, uno de los niños tuvo una idea brillante: organizaron un picnic improvisado en lo alto de la Torre Inclinada.

Sacaron mantas del bolso, repartieron frutas frescas y galletitas para compartir mientras disfrutaban del atardecer pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. La tarde pasó volando entre risas, juegos y conversaciones animadas.

Cuando llegó el momento de despedirse, Tito sintió un nudo en el estómago pensando en lo rápido que había pasado aquel día tan especial. "Gracias por esta aventura inolvidable", dijo uno de los niños abrazando a Tito con cariño.

Con el corazón rebosante de felicidad, Tito se despidió agitando su cola contento antes seguir explorando las calles empedradas en busca de nuevas aventuras por descubrir junto a sus amigos humanos.

FIN.

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