Tiziana y el Helado Mágico
Había una vez una niña llamada Tiziana que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y risas. A Tiziana le encantaban los helados de chocolate, tanto que podía comerlos todos los días. El sol brillaba, y los días de verano parecían perfectos para disfrutar de un helado fresco y delicioso. Pero, un día, Tiziana decidió que quería comer el helado más grande del mundo.
"- ¡Voy a comerme el helado más grande del universo!", dijo Tiziana con emoción, mientras su mamá la miraba con una sonrisa.
Su madre, sabiendo lo que le pasaba a Tiziana cuando comía demasiado, le advirtió: "- Recuerda, Tiziana, todo con moderación. Un poco es bueno, pero demasiado puede ser malo. ¡Disfrutá, pero no te excedas!"
Sin hacerle mucho caso, Tiziana fue a la heladería esa tarde y se dejó llevar por su deseo. "- ¡Quiero el helado gigante de chocolate!" exclamó al llegar. La heladería estaba llena de niños que reían y compartían sus helados.
Cuando el helado llegó, Tiziana no pudo resistir. Estaba delicioso, con trozos de chocolate y crema. Comió y comió, sin preocuparse por nada. Pero, de repente, su panza comenzó a hacer ruidos extraños…
"- Oh no, esto no puede estar pasando. ¡Demasiado chocolate!" gritó Tiziana, mientras se sentía cada vez más incómoda.
Y, ¡boom! , ¡su panza explotó! Bueno, no literalmente, pero Tiziana de repente sintió que estaba llena hasta el tope. Con un poco de miedo en su corazón, salió corriendo de la heladería, pensando en lo que había hecho.
Desde ese día, cada vez que veía un helado, se asustaba. "- ¡No quiero que mi panza explote de nuevo!" decía y se alejaba rápidamente.
Pero un día, en el parque, vio a sus amigos comiendo helados, riendo y jugando. Entonces, recordó cómo le encantaba disfrutar de esos momentos. Tiziana decidió hablar con ellos.
"- ¿Puedo probar un poquito de tu helado?" preguntó una de sus amigas, Laura.
"- Claro, Tiziana!", respondió Laura, sonriendo. "- Este es de frutilla, pero hay también de chocolate. ¡Solo un poco!"
Tiziana se dio cuenta de que podía disfrutar de los helados sin tener que comer en exceso. "- Tal vez, si comparto y pruebo un poco de todos, no me sentiré mal y podré disfrutar de los sabores", pensó. Así, uniendo su amor por el chocolate y su deseo de no pasarse, hizo un plan.
Esa tarde, Tiziana organizó una fiesta de helados. Invitó a todos sus amigos y preparó diferentes sabores. "- Hoy vamos a probar un poquito de cada uno, ¡y nos vamos a divertir!" les dijo.
Y así fue, los niños rieron, jugaron y probaron cada sabor, compartiendo y disfrutando juntos. Tiziana descubrió que lo mejor no era comer todo el helado sola, sino compartir con sus amigos.
"- ¡No tengo miedo de los helados!", gritó Tiziana feliz. Aprendió que el equilibrio era la clave. Desde ese día, cada vez que veía un helado, sonreía en lugar de asustarse.
"- ¡Lo disfrutaré de nuevo!", dijo, rodeada de amigos y risas.
Y así, Tiziana se convirtió en la mejor organizadora de fiestas de helados del pueblo, recordando siempre que lo importante era compartir y disfrutar con moderación. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.