Todos somos diferentes
En un bosque encantado, habitaban varios animalitos. Entre ellos, un conejo veloz llamado Rayo, una tortuga reflexiva llamada Lenta y un búho sabio llamado Sabio.
Un día, Lenta y Rayo decidieron jugar a las escondidas.
"¡Contá hasta diez!"- dijo Rayo, emocionado.
"Yo me esconderé bien tal como siempre hago, ¡ya verás!"- respondió Lenta, sonriendo, mientras se alejaba despacito.
Rayo comenzó a contar: "Uno, dos, tres...". Mientras contaba, Lenta buscaba un lugar donde ocultarse. A pesar de su lentitud, Lenta tenía un talento especial para encontrar los mejores escondites.
Cuando Rayo terminó de contar, comenzó a buscar a su amiga.
"¡Conorta!"- gritó mientras saltaba entre los árboles.
No pasó mucho tiempo hasta que encontró a Lenta, que había decidido esconderse detrás de una gran roca.
"¡Te encontré de nuevo!"- exclamó Rayo, riendo.
"Es que no puedo cambiar mi forma de ser, soy lenta y eso es algo que me hace especial"- dijo Lenta, con una sonrisa.
Rayo pensó por un momento. A veces le resultaba fácil encontrar a Lenta porque ella prefería esconderse en lugares tranquilos. En cambio, el conejo siempre se movía rápido y era ágil, lo que lo llevaba a lugares más complicados.
"Ahora te toca a vos contar!"- dijo Lenta mientras se escondía nuevamente.
Rayo comenzó a contar de nuevo, pero esta vez decidió hacer algo diferente. "Uno, dos, tres... ¿y si me esconde con Lenta?"- pensó el conejo.
Cuando llegó a diez, Rayo corrió hacia donde estaba Lenta, pero cuando llegó, vio a su amiga frustrada tratando de ocultarse en un pequeño arbusto.
"¡No te escondas ahí! No te va a servir de nada, hay un gran espacio detrás de la roca donde puedes esconderte mejor"- sugirió Rayo.
"Pero yo soy lenta y no puedo moverme tan rápido como vos"- respondió Lenta, sintiendo que había llegado a su límite.
De repente, Sabio el búho apareció volando sobre ellos.
"¿Qué sucede, pequeños amigos?"- preguntó Sabio con su voz grave.
"Rayo siempre me encuentra porque soy lenta"- respondió Lenta con un leve tono de tristeza.
"¿Y qué si es lenta?"- preguntó Sabio, mientras se posaba en una rama cercana.
"Ella tiene su propio ritmo. Es especial en su forma de ser, y eso no significa que deba esconderse de esa manera"- agregó.
"Pero me gustaría ser más rápida para jugar mejor"- dijo Lenta.
"No te cambios por otra, porque tus habilidades son únicas"- dijo Sabio.
"La velocidad de Rayo es genial, pero también lo que tú traes al juego, Lenta. Tu paciencia y tranquilidad hacen que el juego sea diferente y también divertido"- explicó Rayo, dándose cuenta.
"Tal vez no sea sólo una carrera, sino una forma de disfrutar juntos"- concluyó.
Lenta sonrió, sintiéndose mejor.
"¿Querés jugar otra vez, pero esta vez yo cuento y Rayo se esconde?"- propuso Lenta con entusiasmo, sorprendiendo a su amigo.
"¡Me encantaría! ¡Voy a intentar esconderme igual que vos!"- respondió Rayo, creando un nuevo plan.
"Pero Rayo, no olvides que cada uno tiene su talento, y eso es lo que hace la búsqueda divertida"- añadió Sabio antes de volar lejos.
Así, comenzaron a jugar nuevamente, y Rayo, aunque rápido, estaba entusiasmado por experimentar algo nuevo. Empezaron un juego donde todos podían participar a su manera.
Finalmente, aprendieron que sus diferencias enriquecían a su amistad y que cada uno era especial a su manera. Rayo, Lenta y Sabio se dieron cuenta de que lo importante no era la velocidad, sino disfrutar del tiempo juntos en el bosque encantado, aprendiendo el uno del otro.
Desde ese día, se jugaron a las escondidas de una forma totalmente nueva, donde cada uno de ellos brillaba con sus propias virtudes, dándose cuenta que en la diversidad encontraban la verdadera diversión.
Y así, en el bosque encantado, el conejo veloz, la tortuga pensativa y el búho sabio aprendieron que todos somos diferentes, y esas diferencias son las que nos hacen únicos y especiales.
FIN.